El Que Se Enamore Pierde [TERMINADA]

Extra: Mi ángel favorito

Noah

Siete años atrás...

—¡Apúrate o llegaremos tarde!

—¡Ya va, Noah!— estoy apoyado en la puerta de su habitación, la gran maleta que estaba en su cama se oponía a cerrarse con normalidad.

—¡Lucía! ¡Es solo una semana!— expongo exasperado.

Corro a su lado y mientras ella saltaba sobre la maleta, yo cerraba la cremallera. Y después de muchos tiros y aflojes, al fin lo logramos.

Suspirando cansados, estallamos en carcajadas mirando la maleta deforme y a punto de colapsar.

—¡Dejen el desorden!— mamá llega a nuestra altura, tirando de la gran maleta sin cuidado alguno. —¡Perderemos el vuelo!

Corremos todos con emoción al coche de papá. Él ya estaba dentro. Calentando el motor.

La abuela, con mucho menos entusiasmo, caminó hasta su asiento arrastrando sus pasos.

—Ay Mercedes, gracias por acompañarnos.— mamá se asomó entre los asientos delanteros, comentando.

—Hijo,— dijo ella dedicándole una sonrisa a mamá —no vayas tan rápido. Siempre puedo lanzarme.— explica para nuestro horror.

—No es tan largo el vuelo.— ignorando el último comentario de la abuela, papá expuso.

El avión era enorme.

Las personas allí platicaban despreocupados.

Nervios se instalaron en mí, al asomarme por la ventanilla.

—No te preocupes, Noah.— mi hermana besó mi mejilla, tomando su puesto frente a mí.

—No estoy preocupado.— mentí con descaro —Solo... ansioso.

—Ajá...— menciono ella a pesar.

No quiero aceptarlo, pero la idea de que esta cosa falle en los aires, carcomía mis pensamientos.

No quiero morir sin antes haber besado.

El susurro de mi conciencia me hizo sonreír. Era cierto. No podía morir aún.

Me tranquilice un poco al sentir a mamá a mi lado.

—¡Papá!— exclamó Lucy —¿Dónde celebraremos mi cumpleaños número quince?

—¿Dónde lo quieres celebrar?— pregunto él entonces.

—En París.— dijo ella con aire mimado.

—¡¿París?!— mamá casi se atraganta con su sorbo de agua.

—¡Sí!— Lucy podía ser muy berrinchuda. Y a papá le encantaba consentirla y mimarla.

Mamá solo miraba con horror a su esposo. La abuela nos ignoraba exponencialmente, leyendo con aburrimiento una revista de bochinche y drama. Ese tipo de revista que ella odiaba. Terminó por dejarla de malas maneras en su puesto antes de que iniciará el despegue.