Extra: Comencemos de nuevo

49 12 0
                                    

Meses después...

Cierro mis ojos con fuerza.

—No puedo... No...

—Sí puedes.— lo voz firme de el señor Andersson me descompuso.

—Él está muy cerca. Va a lastimarme.— sollozando, mantengo mis ojos cerrados.

No quiero seguir recordando.

Quiero irme de aquí y no regresar jamás.

—No puede lastimarte. Ya no.— su voz era tranquila, serena y segura. —Sigue.

—¡¿Cómo se llama?!— grita en italiano tomándome del cabello con fuerza.

—¡Papá! ¡Me duele!— chillo.

—Eres mía. Al igual que tu madre.— sigue, manteniendo su agarre —No las quiero cerca de ningún otro hombre ¡Jamás! Ni de nadie que no sea yo ¡¿Comprendes?!

—¡Sí! Sólo es un compañero...— quise decir, pero me fue imposible  mantenerme en pie, luego de recibir un fuerte golpe en mi mejilla.

—Cada día eres más imperfecta. Nadie te va querer jamás, solo yo estaré contigo. Sólo me tienes a mí.— desde el suelo la cabeza me daba vueltas, podía escuchar sus palabras cargadas de posesividad e ira.

No es verdad, ¿cierto?

—Debería darte vergüenza. ¡Mírate!

Calientes lágrima acompañaban mi rostro en el presente.

Eso no era cierto.

Niego con mi cabeza repetidas veces. Incapaz de soportar la idea de estar a su lado otra vez.

—Hey, hey...— no sé cómo lo hace, pero su voz sigue siendo tranquila y apaciguadora.

El doctor Andersson, revisa mi ojos en busca de un indicio a un ataque de pánico, pero al no encontrar nada, regresa a su asiento.

—¿Puedes seguir?— pregunta con claro favoritismo por una de las respuestas.

—Sí.

Tengo que seguir.

—¡Pietro! ¡¿Qué haces?!— la voz de mamá se oía lejana.

Un dolor de cabeza justo en la zona donde papá me tiraba del cabello, empezó a doler con ganas.

Educando.— exclama sin mas —¿No querías que me involucrara más en su educación?

—Pietro, por favor... está llorando... le duele... Déjala...—

—Me doy cuenta que tú no supiste educarla. Tengo que hacerlo yo.— sentí el miedo de mamá cómo propio ante tal afirmación.

Ver llorar a mamá era la fuerza que necesitaba para enfrentar al monstruo que nos acechaba.

—¡Ah!— mordí con fuerza el antebrazo de papá, hasta sentir el sabor metálico en mi boca.

Al notar que aflojaba el agarre corrí sin mirar atrás. Los brazos cansados de mamá me recibieron con pesar. Pero no podíamos estar allí, sin estar en peligro. Supongo que pensamos lo mismo, pero cuando llegábamos a la puerta de madera oscura, me detuve en seco.

Algo se sentía diferente. Veía a mamá dos veces, la mesa donde junto a la puerta daba muchas vueltas y podía jurar que me sentía mucho más liviana.

Mire a mamá en busca de una explicación por mi estado, pero solo un par de ojos aterrados me recibieron. 

—¿Qué... pasó, mamá?— pregunté con una voz muy graciosa y arrastrada.

El Que Se Enamore Pierde [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora