25. DOCE AÑOS ANTES

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Justo, cansado de pasar un largo día trabajando en el porche de la casa de su buena amiga, se sienta en la escalera y da por terminado el trabajo que ha hecho. Admirándolo con la mirada y sonriendo ante tal hazaña. Le ha costado un par de días terminarlo, pero ahí esta. EL porche le ha quedado como si el fuera el rey de los carpinteros y pintores y no un policía que sigue jugándose día a día su puesto de trabajo y una temporada en la cárcel por proteger a su amiga.

Pero eso ahora mismo no le importa, ahora disfruta del trabajo bien hecho.

-¡Te esta quedando de película Santos!

Más que acostumbrado a su nombre falso para la relación de amistad que tiene con ella, Justo se gira y mira a Salomé, que se acerca con unas cervezas a donde el se encuentra y se sienta a su lado.

-De película lo querías, de película lo tienes. – contesta feliz y dándole un primer trago a la cerveza.

-A veces pareces el genio de la lampara. – añade brindando con el y buscando algo en el infinito con la mirada.

-Venga, que es lo que te preocupa.

-¿Tanto se me nota? – le replica sonriendo mientras el asiente – es Magno. No quiero nada de esto para él.

El la tranquiliza poniéndola la mano en la rodilla.

-Mándale fuera. Iros fuera los dos. Tienes todo lo que necesitas para hacerlo y seria infinitamente más seguro para ambos.

-No puedo Santos. Mi hermana, mis sobrinos. Ellos no saben ni un cuarto de la verdad y no se como gestionarlo.

-Salomé, todo esto, si lo hablas con tu hermana...

-Si lo hablo con mi hermana me dirá que tenia que haber dejado a Magno lejos, haberlo mandado con su padre, que la tenia que haber hecho caso.

-Se queja pero sus hijos se están criando en una casa que pagas tú con un negocio que ella odia, no tiene derecho a decir absolutamente nada.

Ella se echa las manos a la cara y entierra la cabeza entre las rodillas.

-¿Estas bien? – pregunta la voz de un joven Diego que acaba de salir de la casa.

-Claro cariño, es este calor, este sol, y que hoy no me han sentado muy allá las pastillas. – le dice mirándole con devoción.

-¿Quieres que llame al Doctor Frías?

-No cariño, no llames a nadie... ¿Has visto como ha dejado Santos el porche?

Diego sale del porche y mira hacia la casa, feliz y aprobando con la mano.

-¡Un diez al artista!

Saca su cámara del bolsillo, con la que estaba haciendo fotos a los bebes que había tenido su perra la noche anterior y le incita a levantarse.

Salomé se retira y observa a su amigo posar feliz levantando los brazos, triunfal.

-Tengo que irme Salomé, mi mujer se va a pensar que me he casado y tengo otros hijos por ahí. – dice recogiendo sus cosas.

-Tu mujer es una santa, ¿tus hijos están bien? – pregunta pidiéndole a Diego que se acerque a ayudarle indicándoselo con las manos.

-El mayor entra seguro este año o al que viene a la academia y la pequeña me tiene loco, pero bien.

-Bueno, ya sabes que es la edad. Va mejorando con el tiempo.

-Tu no puedes opinar con la infinita suerte que has tenido.

-Me encantaría quitarte la razón pero... es cierto. -Se gira sonriendo a su pequeño y de nuevo mira a su amigo que esta recogiendo sus cosas.- ya no nos vemos hasta dentro de unas semanas no?

-Efectivamente, porque mañana me vuelvo a ir de operativo y no se si podré volver pronto o tarde o que, yo te iré llamando como siempre.

-Dame un abrazo amigo.

El abrazo que se dan también queda inmortalizado en la cámara de Diego, con una sonrisa gigante detrás de la cámara.

-Adiós enano, la próxima vez que volvamos a vernos cogemos las motos y nos vamos a que te enseñe como no caerte.

-Ojala sea verdad. Porque me pareces un poco patoso.

Le golpea el brazo y vuelve a despedirse de Salomé con la mano mientras se dirige a la puerta de la finca. Ahí coge su moto y se sube encima de ella, no sin antes, escribir a su Gabriela y avisarla de que está camino a casa.

SIN LIMITESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora