32 ¿ Y TU QUIEN ERES?

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Máxime respira tranquila con la capucha aún en la cabeza, sin decir ni una sola palabra. Ha contado los pasos desde el coche hasta la escalera. Ha contado los escalones que ha bajado hasta la habitación. Ha memorizado que solo han hablado cuatro personas distintas delante suya. Ha intentado reconocer sonidos y olores. Sólo sabe que no debe estar muy lejos de donde tienen a Sebastián. Huele a humedad y suena de fondo música de antro.

Se relaja y usa todos los conocimientos que le dio su padre. Cualquier paso en falso la puede evitar salvarse. No ve nada aún aunque la capucha que la han puesto deja que entre la luz.

La han sentado sin atarla en una silla, después de cachearla y dejarla en camiseta y pantalón. Hace mucho calor. Pero no esta cómoda del todo.

Cuando cree que está sola y no siente a nadie a su alrededor, escucha de fondo unos pequeños gemidos.

-¿Hola? – pregunta, dudando de si hacerlo o no.

-¿Y tú quién eres? – pregunta la voz, masculina y rota.

-Una persona a la que acaban de secuestrar. – responde, resignada.

-Puedes quitarte la capucha, estamos solos.

Se quita lentamente la capucha y la poca luz que hay no la ciega.

Esta en un sótano, se lo imaginaba un poco más cochambroso, pero no. Podría ser la sala de trabajo de cualquier trabajadora sexual con un nivel medio. Colores fuertes, todo acolchado y muchos espejos. Rotos la mayoría y todo manchado de sangre. En frente suya, sentado en lo que se llama sillón tantra en algunos hoteles, la observa un chico.

Con la cara amoratada, hinchada y una camiseta de Moschino con más sangre que tela prácticamente. Los pantalones rajados, no se sabe si por moda o por golpes. Y con una sola zapatilla, eso sí, de muy buena marca.

Estaba claro, blanco y en botella.

-¿Sebastian? – pregunta esperanzada.

-¿Y tú quién eres? – vuelve a preguntar el, echándose hacia atrás.

-Soy Máxime, hable contigo hace unas horas, cuando hablaste con Diego por teléfono.

-Joder, ¿y como ha dejado que te secuestren?

-Le tendieron una trampa y me secuestraron. No sé si a tus hermanos también lo habrán hecho, en la furgoneta donde me metieron a mí se que no.

-¿¿Mis hermanos??¿¿Estabas con ellos??? – pregunta nervioso, acercando el sofá a ella.

-Si. Estábamos en la casa de la Sierra.

-¿En la casa de la Sierra? ¿La casa grande con jardín??

-Si, la grande.

-La que se parece a la de la peli del diario de Noa? – vuelve a preguntar. Máxime se ríe y asiente, sabía que eran parecidas. – entonces tú eres su novia no? Por eso te habrán secuestrado.

Máxime agacha la cabeza. A estas alturas Diego debe saber que es policía. Por la pistola, por la manera de actuar, por llamar a Marcos.

-Me quedo más tranquilo entonces.

-¿Porque? – pregunta ella, interesada.

-Fácil . Una mujer a la que Magno haya llevado a casa de Salomé es algo serio para él, ni a la rusa la llevó.

-Bueno, ahí vais todos – dice ella quitándole importancia.

-Pero no es lo mismo, nosotros somos los sobrinos de Salomé, ahí podemos ir cuando queramos, mi tía me lo dijo siempre. Y mi madre lo dice, que esa casa también es nuestra. Y su madre nos adoraba.

-No habla mucho de ella. – añade sentándose con él ahora en el suelo acolchado de la habitación.

-Normal – dice Sebas, susurrando – no puede hablar de ella si no es en casa. – Máxime no entiende que quiere decir y debe notarsele en la cara asique Sebas baja un poco más aún el tono de voz. – nadie puede saber que él es el hijo de Salomé.

Como un puzzle de muchas piezas en la que no encuentras una que te puede llevar al final, Máxime acaba de encontrar la pieza. La clave. No se la nota en la cara pero, ha resuelto todo.

-Y por eso se que vamos a salir de aquí, porque si te han secuestrado a ti, va a venir a por nosotros. Levantará todo Madrid por encontrarnos.

SIN LIMITESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora