26. LA CALMA

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-¿Que haría mi padre ahí? – pregunta, muy extrañada de algo así.

Diego mira la foto con cariño y nostalgia, dudando de si este es el verdadero momento en el que debería hablar con ella de su padre. Pero hoy se ha llevado otro palo tan gordo que duda.

El coche frena y Yuri y el copiloto salen del coche dejándoles a solas observando aun la foto del padre de Maxime.

-Maxi, conocía a tu padre.

Ella vuelve la mirada seria hacia sus ojos y se queda callada. No sabe si hoy, quiere escuchar algo que la desestabilice la vida un poco más. La tiene cogida con cariño de las manos y no quiere mentirla pero sabe que debe hacerlo, al menos un mínimo.

-Pero... ¿de que le conocías? – se atreve a preguntarle.

-Tu padre era un buen amigo de la familia, nos ayudó cuando nos trasladamos aquí y cuando hicimos la seguridad de la finca.

-Mi padre...

Sabe que por la mente de Maxime resuena la palabra corrupción en todos los idiomas conocidos y que su tristeza incrementa por momentos.

-No, tu padre era un buen hombre, nunca hizo nada que pudiera manchar su reputación, nada ilegal.

Eso no la tranquiliza. Si su padre no era un corrupto, que hacia ahí, en esa casa, ayudando a mudarse a este tipo de personas. DE que les conocería.

-¿Porque no me lo dijiste cuando viste el otro día la foto en mi casa? – pregunta, ofendida y enfadada.

-No quería preocuparte, vamos, que pensaras mal de tu padre en ese momento solo por rodearse de gente como yo.

-Mi padre sentía devoción por su trabajo y me pregunto solamente en qué momento se hizo amigo de tu familia.

-¿Puedo contártelo luego? – pregunta mirando por la ventanilla del coche en dirección a la casa – esos chavales de ahí son mis primos y van a asaltar el coche si no bajamos pronto.

Máxime les mira desde su sitio y resopla. Asiente y guarda el teléfono en su bolso. En qué momento se ha subido a ese coche y se ha ido a esconderse de todo con el... y ahora su padre, metido en todo esto.

La encantaría poder llamar a Jorge, contarle todo lo que ha pasado y lo que acaba de ver , pero sabe que llamarle es exponerse a que la recojan en una parada del bus y o la encarcelen o la aten a una silla para no verle nunca más.

Y eso, eso no entra dentro de sus planes. Ni en sueños.

Diego se acerca andando a sus primos, sentados en el porche de la casa. La busca con la mano y la lleva con los dedos entrelazados, intentando hacerla sentir protegida, pero su cara de enfado deja mucho que desear al momento "protección".

Víctor es el primero en levantarse y poner los brazos en jarras, un gesto muy suyo. Su mirada es bastante seria y hace que sus dos hermanos, sentados en las escaleras, se levanten con un gesto.

Ellos son más pequeños, más rebeldes, pero infinitamente más responsables que Sebastián. Mauro y Jaime, mellizos. Uno blanco como la cal y otro mulato. Dignos de un anuncio de Benetton.

-Ya era hora Magno, ni contestar el teléfono, ni venir... ya era hora. – dice Víctor enfadado y echándoselo en cara de mala manera.

-Relájate, ¿vale? Estaba solucionando todo para que esto fuera lo más seguro posible...

-¿Tu eres su novia? – le pregunta Mauro, el mulato de los gemelos, a Máxime.

-Yo soy....

- Mauro, cállate ya. Pasad al salón de abajo mientras metemos las cosas en casa. Y no me deis dolor de cabeza nada más llegar que no me cuesta nada mandaros a otro país. – regaña a su primo cortando la bordaría que fuera a soltar Máxime por su boca.

SIN LIMITESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora