34: Reconciliación y perdón.

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Liu Xiuyan sentía un dejá vu. Recordaba claramente haber visto a Mo Ting sentado junto a él, y ahora era él quién permanecía junto al principito mientras éste yacía inmóvil en la cama, miles de vendajes alrededor de su pecho y abdomen. La herida había sido peligrosa, casi perforando su estómago e intestino de una sola puñalada. Antoine incluso tuvo que llamar a los otros médicos imperiales, pues él no estaba capacitado para tratarlo. Después de una agonizante hora, Liu Xiuyan fue permitido dentro de la habitación.

Cada día iba a verlo, solo para entristecer cuando veía que era otro día en el que no despertaba. Triste, pero no sin esperanza. Mo Ting despertaría algún día. Pronto.

Los días se convirtieron en semanas, que luego pasó a ser un mes, y los párpados del principito seguían ocultando sus alegres ojos marrones. Liu Xiuyan estaba tan afectado por la situación que incluso había llegado a tener una imaginación alocada. Creía sentir que su abdomen se iba abultando cada día, pero era tonto. El bebé que una vez tuvo en su vientre ya no existía, y por lo mismo no había posibilidad que su abdomen siguiera creciendo en el útero que ni siquiera estaba seguro de si todavía estaba funcionando. El veneno pudo hacerlo dejado infértil, mas no quería saber. 

Liu Xiuyan creyó que el estrés por todas las circunstancias actuales era la causa del vómito constante que experimentaba, así que llamar al doctor ni siquiera cruzo su mente. Ahora su única preocupación era el principito; saber por qué había sido herido y cómo sabía quiénes eran los traidores.

Todo el palacio parecía gélido con tanta preocupación y tristeza desbordando de sus habitantes. Los gemelos estaban preocupados por su hermano mayor, los padres imperiales estaban preocupados por su hijo y los sureños invitados estaban preocupados por la salud emocional de sus parejas. Nadie podía decir que se encontraba demasiado feliz en esos días, pero al menos todos intentaban aparentar que el ambiente no era sombrío. Cuando asumían que Mo Ting estaba bien, durante su ausencia, era más fácil no preocuparse mucho por su destino.

Liu Xiuyan terminó de cambiar las sábanas para evitar que se congelara. El invierno era fuerte e implacable, por lo que debían tomarse las previsiones necesarios para que el clima no afectara más su estado de salud. Tras haberse ofrecido, se le encargó a Liu Xiuyan cambiar las sábanas de Mo Ting cada cierto tiempo por unas calientes que las sirvienta dejaban por ratos. Eran envueltas alrededor de piedras hirviendo antes de ser entregadas a la familia imperial, para mantenerlos cálidos incluso durante una tormenta de nieve.

Estaba haciendo tanto frío que Liu Xiuyan no dejó de temblar durante todo el proceso. Se mantuvo tan firme como era posible e impidió que sus manos tiraran las sábanas al suelo de la habitación, pero tenía temblores en todo el cuerpo. Un tembloroso protagonista finalizó sus tareas y volvió a su puesto junto al principito, cubriéndose a sí mismo con lo poco que sobraba de las sábanas calientes. Sin razón alguna se sentía cansado. Como si no pudiera hacer mucho antes de sentirse mal. El tonto mareo que empezó hace poco ya estaba haciendo efecto otra vez, dejándolo con una rara sensación de náuseas que no se iría.

Para Liu Xiuyan eran dolorosos éstos síntomas. Físicamente no sentía mucho más de lo que debía, pero sus emociones eran un desastre al compararlos con aquello que sintió al esperar un bebé. Náuseas, debilidad y falta de control sobre emociones eran un recuerdo intenso de lo que pudo haber tenido si tan sólo hubiera estado más alerta al beber su té de la mañana. El bebé al que solía hablarle ya no nacería jamás, y viviría únicamente dentro de sus sueños e ilusiones más grandes. Inconsciente de si ésto era verdad o no, Liu Xiuyan asumió que jamás tendría hijos. Su error debió dejarlo incapaz de concebir.

El protagonista no hizo mucho más ese día. Se acostumbraba rápidamente a cualquier plan, así que no le era difícil dedicarse de lleno a atender las necesidades del herido principito hasta que mejorara su condición. Sin embargo seguía teniendo la peculiar sensación de que algo pasaría. ¿Qué? No lo sabía con exactitud, tan solo era un presentimiento en su cabeza.

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