43: Amores del pasado.

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El más vergonzoso y humillante suceso le había ocurrido a An He durante su estadía en el palacio Imperial. No fue insultado ni degradado por algún noble egocéntrico, ni tampoco sufrió algún tipo de abuso. Pero lo que sucedió fue tan humillante que el pobre An He huyó de su habitación a mitad de la noche y se refugió en una recámara vacía.

An He finalmente había decidido entregarse por completo en cuerpo a Zhang Liu, después de varios meses en los que sus sentimientos fueron creciendo. Esa noche preparó unas velas, ropa sedosa y seductora, comida deliciosa e incluso arregló su cabello antes de encontrarse en la habitación de Zhang Liu. En medio de la noche oscura, An He se desvistió y permitió al antiguo emperador explorar su cuerpo del modo que un amante recorre la figura de su amado. Las caricias que fueron dadas a su cuerpo le hicieron suspirar, jadear e incluso gemir en un tono agudo. Cuando sus cuerpos se unieron allí abajo, An He se sacudió como una doncella nerviosa que era profanada por primera vez. Hicieron el amor lentamente, con gentileza y cariño en cada uno de sus movimientos.

Después del acto, descansaron envueltos en un abrazo amoroso. Mientras Zhang Liu le acariciaba el cabello, de sus labios escaparon unas palabras que llenaron de vergüenza y arrepentimiento al joven ciego.

—Liu Kang— susurró con anhelo sobre su cabello.

Con lágrimas en sus ojos, An He se vistió de prisa e intentó salir de allí tan pronto cómo fuera posible. Aunque sabía bastante sobre el amor de Zhang Liu hacia el fallecido Liu Kang, nunca esperó que los sentimientos hacia Liu Kang fueran más potentes que los sentimientos hacia él.

Zhang Liu tardó un momento en darse cuenta del terrible error que había cometido y al hacerlo intentó detener la rápida huida de An He, solo para ser empujado con tal fuerza que terminó cayendo al suelo. An He escapó, lágrimas resbalando por sus mejillas mientras sentía un dolor insoportable ir creciendo en el centro de su pecho, haciéndolo sufrir un dolor peor que todo aquel anterior a ese momento.

A An He no le importó que sus túnicas estuvieran mal amarradas y que gran parte de su cuerpo quedara expuesto, incluyendo las marcas recientes que recorrían su figura. Corrió y corrió sin dirección hasta que dejó de oír pasos y voces cercanas. Por primera vez odió intensamente la incapacidad de ver con la que había nacido ya que no podía saber a ciencia cierta si la habitación estaba vacía. De todas maneras abrió la primera puerta que encontró y entró, cerrandola con poca fuerza para ni emitir ni un solo sonido que delatara su ubicación. A lo lejos escuchó que Zhang Liu lo buscaba, mas no quería verlo.

El muchacho esperó unos segundos antes de relajarse por completo. Sin el impulso de la adrenalina inicial, de repente era consciente de lo débil que estaban sus piernas tras el acto que había realizado. Había líquidos fluyendo de entre sus piernas y un muy duro ardor en lo bajo de su cuerpo, allí entre sus dos esferas de carne. Se llevó una mano al estómago y jadeó, sintiéndose progresivamente más débil con cada segundo que se iba a su alrededor. El dolor pulsó a través de su cuerpo en oleadas, haciendo que An He necesitara apoyarse en una silla.

Definitivamente correr después del sexo no era bueno.

—Rayos…— se quejó, pues estaba adolorido y en una habitación desconocida para él.

Nunca había estado allí y ahora tenía que familiarizarse con aquel lugar estando tan adolorido que ni siquiera podía identificar el área.

Aunque le tomó casi una hora, An He finalmente logró sentarse en una silla que estaba por ahí. Dejó que su cuerpo se relajara poco a poco, hasta que el dolor fue fácil de soportar. Al menos sabía que ahí nunca lo buscarían, en una habitación abandonada que olía a… a vacío.

Soltando un quejido diminuto, An He intentó tocarse aquella área con los dedos solo para ver qué tan desastroso era. Sintió asco cuándo sus dedos se empaparon de fluidos corporales, pero éste fue opacado por el dolor que se extendió a través de su columna. Esa zona estaba tierna y adolorida, cualquier toque le hacía sisear de dolor.

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