45: Amor. El punto de vista del bebé.

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Capítulo corto, pueden saltarselo.

Si bien Mo Ting intentó ocultarlo, Liu Xiuyan no era idiota. Él no tardó mucho en ver que estaban cuidando mal a su bebé. Le dolía saberlo, pero era necesario si quería corregir sus métodos de crianza.

Ahora, veamos qué piensa el bebé.

~~~

Mo Cheng no era un niño particularmente curioso o activo como alguna vez fueron su padre y tíos. A Mo Cheng solo le interesaban tres cosas en éste mundo: el líquido blanco que le daban como alimento, las sábanas calientitas en las que dormía y la amable persona que se hacía llamar "mamá". Mo Cheng no entendí mucho, pero podía leer los labios y asumía que esa era la palabra que decía esa persona. Esa persona que siempre le daba besos y abrazos, y que le hacía rostros graciosos con tal de verlo feliz. Le gustaba mucho esa persona.

Claro, Mo Cheng reconocía a los otros que parecían ser su familia. El hombre raro que siempre acompañaba a "mamá"; el malhumorado que apenas le tocaba y su sonriente acompañante; el tonto; la dulce persona de cara infantil a quien todos respetaban; y por último, el hombre estatua que no le agradaba tanto. La verdad es que el joven Mo Cheng ya se había hecho una opinión sobre todas las personas que siempre giraban a su alrededor. De todos, solo "mamá" le caía lo suficientemente bien como para dejarse sostener bastante tiempo.

Mo Cheng ahora tenía cuatro meses y sabía diferenciar a todos. A pesar de que no oía ni un solo sonido, los rostros de su familia eran tan expresivos que sabía cuándo reír y cuándo llorar. A veces se enfadaba. Pero nadie lo culpó. Es que…¡¿por qué no le dan ese juguete de una vez?!

Ahora, Mo Cheng siempre estaba en los brazos de alguien o recostado. Por eso solía ser testigo de interacciones muy vergonzosos que en realidad no entendía. Solo veía al malhumorado tío sonrojarse mientras el compañero sonriente susurraba cosas a su oído. Un bebé no tenía por qué entender tales cosas, así que dormía tranquilo.

Sin embargo, había alguien muy extraño que siempre iba a visitar después de las noches. Un hombre rubio, de ojos claros que no se parecía en nada a los demás miembros de su familia (a excepción de ese raro viejo que siempre sonreía y le decía a sus padres si tenía alguna enfermedad). Aunque Mo Cheng no sabía mucho, si sabía que ese hombre no debía estar allí. Pero el hombre solo lo miraba y se ponía a llorar de repente, por lo que prefería no llorar ni hacer ruidos. Se sentía mal por el hombre.

Una noche empezó a hablar.

—Hola, pequeño príncipe Mo— susurró, apenas alzando la cabeza para mirarlo desde el suelo.

Por un rato no dijo nada. Mo Cheng nunca escuchó sus palabras debido a la sordera, pero ahí estaban.

—Yo pude ser tu tío ¿sabes?— inició. —Me habría casado con Zhao Jean y habríamos criado a nuestro hijo en paz, pero lamentablemente ese no fue mi destino. Los demonios que oculté mientras estuve aquí esperaron el momento exacto para atacarme y hacer que destrozara todo.

Suspiró.

—Mi hermoso Zhao Jean. Una vez le prometí que si algún día Liu Xiuyan y Mo Ting tenían hijos, yo sería el padrino. Es una tonta tradición, pero si hubieras visto la expresión de Zhao Jean… esa alegría, esa emoción en su rostro no tenía ninguna comparación. Habría jurado cualquier cosa con tal de verlo así. Y aunque todos quieren matarme por lo que le hice a Zhao Jean, no quiero romper la promesa. Desde hoy seré tu padrino. No podré ver a mi hijo jamás, pero al menos cumpliré mi promesa de cuidarte como un padrino.

De haber oído, Mo Cheng estaría conmovido. Sin embargo era la triste realidad que nunca oiría ningún sonido. Por eso su vista era tan aguda.

Alcanzó a ver el sobre dorado que aquel hombre dejó sobre su cama antes de irse. Pudo haber sido importante, pero al niño solo le importó morder los bordes coloridos del papel. Y aunque su madre se asustó bastante al verlo con una papilla blanca entre los labios a la mañana siguiente, Mo Cheng no estaba muy interesado en saber por qué. Se colgó de su madre y pegó sus labios a su pecho, buscando leche. Había visto a otros bebés hacerlo, pero por alguna razón su madre no parecía tener leche en sus pechos. Solo estaba vacío.

Mo Cheng se frustraba a veces. Su madre no dejaba que chupara su pecho como las otras mujeres, así que se enojaba un poco. La verdad es que quería hacer lo que otros niños hacían.

Ah, y a Mo Cheng le agradaba mucho un señor amable que tenía una cicatriz en el rostro. Ese señor le dió besos en todo su diminuto rostro y le hizo tantas cosquillas como para hacer que riera profundamente. También le gustaba mucho la vibración de su risa, ya que era gentil y suave, a diferencia de la mayoría de sus familares.

Tan rápido como se va el tiempo, pasó un año.

Mo Cheng sabía poco de lo que sucedía en la vida personal de su familia, pero ahora que estaba creciendo podía ver las tensiones y el afecto entre ciertas personas, así cómo veía la falsedad de otras. "Mamá" era la más amable, siempre besándolo y murmurando cosas que él asumía eran lindas. "Padre" era demasiado sonriente y a Mo Cheng no le agradaba. Además siempre quería robarle la atención de mamá, y para el pequeño bebé eso era inaceptable.

Había otra persona que le caía bastante bien, pero rara vez la veía. No era familiar suyo, a juzgar por los rasgos de todos y la frecuencia con la que se veían, sin embargo sentía que esa persona era muy buena. De cierto modo sentía que su falta de audición le hacía más sensible a los sentimientos que ocultaban las personas cercanas a él. Así es como supo que aquel hombre era bueno. Triste y un poco escurridizo. Siempre huía cuando el anciano raro entraba a la habitación.

Ah, Mo Cheng estaba muy cansado. Sus padres querían que empezara a caminar pero no entendían para nada lo agotador que era hacerlo. Él solo quería dormir…¿Por que debía mover sus piernas si "mamá" siempre lo cargaba? Aish, de verdad no entendía a los adultos.

El chico malhumorado y el chico burlón tenían varias semanas sin presentarse en su habitación, que es el único lugar donde se encontraba durante el día. En las noches dormía con "mamá" y "padre". No le gustó. Su mamá era todo. Y el raro tipo llamado "padre" siempre quería quitárselo. Hmph, "mamá" era suyo.

Bueno, eso es todo lo que Mo Cheng pensaba. Algún día sería el príncipe heredero de todo el Imperio, pero por ahora no tenía más interés que comer, abrazar a mamá y dormir.

Sí.

Qué dura es la vida de un bebé.

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