Tres

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Julian Keller


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Estaba muy lejos de casa esa mañana aprovechando que mi padre estaba en la corte real. Una fortuna no tener tampoco un guardia que me siguiera todo el día, mi padre se rindió con esa idea cuando descubrió que era más astuto que esas gigantescas masas de músculo sin neuronas para utilizar.

Jen me llevó a una pequeña cabaña cerca del lago propiedad de su difunto padre. Aunque el lugar estaba bastante descuidado, era un espacio agradable. Siempre que iba con él tenía que ir muy bien cubierto y con una capa que me ocultara de las miradas sospechosas de la sociedad de Crest.

Esa tarde hice algo..., algo de lo que no me arrepiento del todo, pero que sí considero muy estúpido. Siempre he conocido mis límites y los he respetado como mi vieja institutriz me enseñó, pero esta vez solo me dejé llevar por las dulces palabras que Jen susurró en mi oído y la forma en la que me acariciaba el cuerpo. Dejé que tomara todo de mí.

Antes fueron solo besos y caricias, un poco de desenfreno que podía manejar, mas ahora todo ello se transformó en un desfogue arduo que me dejó cansado y preocupado. Era muy peligroso si algo sucedía, si saltaba a la vista alguna consecuencia.

Pero no debía preocuparme porque él planeaba un futuro conmigo y sin importar lo que ocurriera, estaríamos bien.

—La temporada empezará en unas semanas —le dije.

Me cubrí con la sábana y me senté en la cama, justo detrás de él. Tomé mis lentes de la destartalada mesa de noche y los empujé por mi tabique.

—No participarás —mencionó él en tono firme.

—Es decisión de mi padre. Cree que debo casarme antes de cumplir veinte años.

—¿Y qué le dirás a tu prometido cuando llegue la noche de bodas?

Me mordí los labios.

Esa era la razón por la que antes nunca dejé que me tocara más allá de lo permitido. Algún día mi padre intentaría comprometerme con un noble o rico extranjero, y entonces descubrirían lo impuro que era. No solo mi reputación quedaría horriblemente manchada sino el de mi padre y el de mi familia. Seríamos expulsados de la ciudad y perderíamos todos nuestros derechos.

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