Veinte y ocho

388 52 45
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Julian Keller


El anuncio sobre mi embarazo finalmente había salido y causó furor entre los miembros de la sociedad. Todos comentaban la rapidez del asunto, aunque otros solo lo atribuían al mes de pasión que pasamos en la costa. Los comentarios eran vagamente incómodos, pero me llegué a acostumbrar a ellos, incluso a los comentarios más venenosos. Si yo hubiese estado en cinta por un affair con Dirk previo a nuestro matrimonio, las cosas no hubiesen sido tan turbias. Aunque esa versión no estaba del todo alejada de la realidad.

Esa mañana recibí una muy inusual visita de mi propio padre. Él parecía preocupado o bien enojado. Era demasiado bueno escondiendo sus emociones, y definirlas era un reto.

—¿Ha ocurrido algo, padre?

—Ha pasado un mes desde que te casaste.

Como si yo mismo no llevara la cuenta.

—Me he preguntado si hice lo correcto —confesó—. Sostengo mi postura en que jamás te entregaría a un hombre como Lehmann, pero temo que mi protección te haya hecho infeliz.

Infeliz.

No había recordado esa palabra en todo ese mes que estuve en Whitegrave.

Fue tan placentera esa larga estadía que yo mismo podía llamar a esos momentos los más felices y ocurrieron junto a Dirk Bauer. Me sorprendía pensar así, pero era una verdad irrefutable.

Había disfrutado las largas noches entre los brazos de mi esposo.

—Ha sido un tiempo..., revelador. Bauer y yo nos adaptamos el uno al otro y nuestra convivencia se ha vuelto agradable.

—¿Y eso te hace feliz? —insistió mi ansioso padre—. Temo que pueda morir habiéndote hundido en un abismo que te destruya, mi niño.

—Oh, papá —gimoteé—. Estoy bien. Dirk ha demostrado ser un buen esposo y yo haré lo posible para retribuírselo.

Mi padre pareció convencido y contento, mas a mí me preocupó que su preocupación apeorara su salud. Él era un hombre ya mayor con una salud deteriorada tras la muerte de mi madre, y temía lo peor.

—He pensado que podrían venir a cenar este fin de semana. La casa se siente tan sola sin ti.

—Iremos, lo prometo. Además, espero que me ayudes a elegir un nombre apropiado para mi bebé.

A veces temía que la mención de mi hijo concebido fuera de los límites de la moral y de la honradez, causara una severa incomodidad en mi padre. Temía, además, que él lo rechazara por ser el hijo de un hombre que él despreciaba. No sería justo para mi bebé.

—He pensado que una vez tengas a mi nieto, yo debería renunciar a la corte real. Tu madre siempre quiso que yo me ocupara también de nuestros nietos, y cumpliré ese capricho suyo —me dijo con una sonrisa en el rostro.

TYRANTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora