Cuatro

364 65 8
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Julian Keller



—¿Qué demonios fue lo que hiciste, Julian? —farfulló mi enervado padre.

Me paré de la cama y me acerqué con el vivo temor de ser golpeado o incluso enviado a un manicomio. Mi padre seguramente consideraría seriamente la idea de un asilo para donceles problemáticos.

—Lo siento.

—¡No quiero oír disculpas! Dime la endemoniada verdad que me has estado ocultando.

Se estaba conteniendo, lo noté por sus mejillas enrojecidas y sus tensos bigotes. Como un gato enfurruñado que espera el momento adecuado para desquitarse.

—Me reúno con Jen..., en las noches —musité.

—Con ese sucio bastardo. ¡¿Cómo has podido?!, ¡¿acaso sabes lo que tu capricho le hace a esta familia?!

—Yo lo amo.

—¿Y acaso piensas que él te corresponde? Tu ingenuidad solo es superada por tu estupidez, Julian. Y ahora..., ahora.

Él ni siquiera podía decirlo. La idea seguramente le enfermaba y le envenenaba la lengua. Me dolía pensar que era de esa forma porque seguramente no aceptaría a mi hijo.

—Daniel —llamó—, ve y dile al mayordomo que traiga al médico. Ahora.

Mi amigo salió a carreras, alegrándose de no ser parte de esa discusión, aunque eso significara abandonarme a merced del coraje de mi padre.

—¿Qué era lo que pensabas hacer? ¡Ah, sí! Decirle al cretino ese que estás en cinta por culpa de su incapacidad para mantenerse dentro de sus pantalones. ¿Y qué esperas que él haga? No tiene casa ni dinero, ni siquiera un buen apellido. Y no le entregaré tu dote a un hombre que la jugará en un bar de mujerzuelas.

—Es la herencia de mi madre —repliqué.

—Y por eso mismo es que no lo haré. ¿Crees que ella estaría complacida con esto, viendo que su hijo adorado se convirtió en..., en una puta sin honor ni moral? No.

Por supuesto que no.

Lo admitía. Mis juegos con Jen estaban manchando la memoria de mi madre y sus enseñanzas. Quería excusarme y decir que todo fue en nombre del amor, pero aun así no tenía justificativo. Mi educación y mi vida, todo estaba muy bien delimitado por un patrón de moral y ética intachable que yo debía seguir. Fue mi equivocación.

En principio, escaparme con Jen era solo para conocerlo, hablar y enamorarme más de él; sin embargo, con el tiempo se volvió un sentimiento muy fuerte, algo con lo que me sentía cómodo. Nunca pretendí convertirme en una vergüenza para mi padre, solo quise experimentar la libertad que un doncel como yo no tenía en una sociedad tan obtusa como esa.

TYRANTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora