CAPÍTULO 12

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Macy corrió apenas se reencontró con su padre, abrazándolo con fuerza

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Macy corrió apenas se reencontró con su padre, abrazándolo con fuerza. Contuvo las ganas de llorar, creyendo que pasó toda una vida desde la última vez que lo vio. Todavía estaba confundida por cómo afrontaría a los demás al ya no ser humana, pero le tranquilizaba tener a su familia a su lado. Ella haría lo posible por mantenerlos a salvo. 

Alastair se sorprendió por el gesto, devolviéndole el abrazo a su hija. Sonrió al verla, llevando sus maletas hasta la camioneta. Hacía demasiado calor, y necesitaba volver a casa cuanto antes. Tendría una reunión de trabajo en la tarde, y debía firmar un par de contratos. 

—¿Y mamá? —Macy consultó, abriendo la puerta del auto. —¿Por qué no vino?

El hombre negó, aclarándose la garganta. 
—Fue a visitar a una prima, pero regresará a casa antes que nosotros lleguemos— sonrió—. Todos te extrañamos. 

—Yo también los extrañé —confesó, recostándose en el asiento—. Es bueno volver a la normalidad. 

Alastair rio con sus palabras, acomodando el equipaje de su hija en la cajuela. Había pasado tanto tiempo, que ya ni siquiera recordaba cuántas valijas llevó. 

—¿Por qué tus maletas pesan tanto? —Consultó, guardando la última. —¿Acaso estás llevándote todas las piedras del campamento?

Macy se encogió de hombros, divertida. Su equipaje era el mismo que cuando se fue, y no comprendió el comentario. No dejó nada en el castillo, y tampoco se llevó algo de ahí. No tenía sentido que pesaran más que antes. 

Alastair arrancó, encendiendo el aire acondicionado. No soportaba el calor, y subió el volumen de la radio. Tenía muchas cosas en mente, y no quería perder tiempo en la carretera. Estaba a puertas de cerrar uno de los negocios más grandes de su vida. 

—¡Papá! —Macy lo llamó, haciéndose oír sobre la música—. Hay algo importante que necesito contarte. 

Él redujo la velocidad, asustado por el tono que su hija usó. Apagó la radio, viéndola por el retrovisor. Ella se notaba preocupada. 

—Macy, ¿qué sucedió? —Inquirió, nervioso.

La joven tomó una gran bocanada de aire, recordando la pelea que tuvo con Dylan el día anterior. Su celular estaba arruinado, y ni siquiera consiguió hacerlo cargar. Faltaban dos días para que inicie las clases, y no podía ir sin móvil. 

—Tuve un problema con mi teléfono y se rompió— carraspeó, luchando por no enojarse al pensar en el muchacho—. Sé que era nuevo, ¿pero crees que puedas comprarme otro? —Pidió suplicante, juntando ambas manos—. Te prometo que no volverá a suceder. 

—¿Se rompió tu celular? —Alastair levantó una ceja, confundido—. Cuando te inscribimos, nos dijeron que cuidarían muy bien tus cosas después de decomisarlas— elevó la voz—. ¿Acaso los inútiles de los instructores fueron los que lo averiaron?

Aka Zaba: Reina de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora