Macy es la heredera al trono de los vampiros. El problema, es que ella todavía no lo sabe.
Durante un campamento de verano, Macy descubre que los vampiros son reales; y ahora es una de ellos. Teniendo que lidiar con su nueva naturaleza, y el impuls...
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Koenraad Polyakov tomó su lugar en el centro de la sala, ordenando al resto del Concejo hacer lo mismo. Se colocó su túnica ceremonial, antes de tomar el libro de juicios. Tomó una pluma, y pidió que le alcanzaran el tintero. Estaba listo para comenzar con el primer juicio de la tarde.
Koenraad movió la tinta con el meñique, probándola. Él disfrutaba escribiendo las sentencias con sangre de los condenados, y el día anterior alcanzó a llenar dos tinteros. La sangre de los cíjeni siempre tuvo un sabor peculiar, y una coloración especial. Sin embargo, no se comparaba con utilizar la de un purasangre para escribir.
El anciano revisó el libro de juicios lentamente, releyendo las últimas sentencias que dictó. Él regresó varias páginas atrás, recordando el día que Salvatore arrancó la hoja que le correspondía a su hijo. Koenraad sonrió, feliz de saber que él no se encontraba en el castillo. Ya nadie podría impedir que enviase a Dylan a decapitar.
Las manecillas del reloj se detuvieron, marcando la hora pactada. Y, a pesar que nadie dijo nada, podía sentirse la tensión en el ambiente. Todos comprendían lo que ese juicio implicaba, pero todavía no sabían cómo lidiar con las consecuencias. Estaban a punto de condenar a muerte al hijo predilecto del Aka Zaba.
—Ya son las tres. —Koenraad anunció, poniéndose de pie—. Traigan al acusado.
Dos guardias abrieron las puertas de par en par, golpeando sus lanzas contra el suelo. Dylan ingresó a paso lento, escoltado. Las cadenas en sus pies y manos eran muy cortas, y le impedían moverse con rapidez. Además, el neutralizador en su cuello apenas si le permitía girar el rostro hacia los lados. Él mantuvo la frente en alto, haciendo contacto visual con cada uno de los ancianos del Concejo.
Una alarma sonó, indicando que el juicio estaba por iniciar. Dylan subió al podio del acusado, tranquilo. A pesar que todavía no sabía cómo librarse de los cargos que le imputaban, no permitiría que los demás descubrieran que tenía miedo. No les daría esa satisfacción.
Dylan dio una rápida mirada a la sala, y sonrió. Macy no se encontraba en la sala, y tampoco podía percibir su aroma cerca. Ella cumplió su promesa, y eso le quitaba un peso de encima. Lo último que quería, era verla durante el juicio. Estaba seguro de que Macy arruinaría todo.
Koenraad se aclaró la garganta, elevando ambos brazos. Chasqueó los dedos, ordenando a uno de sus empleados acercarse. Él le entregó el expediente que habían armado en el último par de días, con todas las confesiones de los guardias. Tenía pruebas más que suficientes para sentenciarlo.
—Dylan Anthony Walsh —Koenraad lo llamó, con voz potente—. Se encuentra aquí para ser juzgado por sus crímenes. ¿Cómo se declara?
Dylan soltó una risa socarrona, negando. Ese juicio sería más divertido de lo que imaginó.
—Hasta que no me digas de qué se me acusa, no puedo darte una declaración. —respondió con sorna—. Ni siquiera sé por qué estoy aquí.
—Tú sabes perfectamente por qué estás aquí. —Arath, otro de los ancianos mencionó; enojándose—. No te pases de listo con nosotros.