CAPÍTULO 14

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Macy siguió a Dylan hasta su habitación, corriendo para no perderle el paso

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Macy siguió a Dylan hasta su habitación, corriendo para no perderle el paso. Él la dejó sola en el patio, sin decirle nada más. Ella continuaba conmocionada por el incidente de Orión, y no dejaba de llorar. Sin embargo, la confesión que el chico le hizo comenzaba a atormentarla. 

«Soy yo —la voz de Dylan retumbaba en su mente—. Merrick es mi nombre real.» 

Recordó el día que se conocieron, y como siempre creyó que no podía llamarse así. Dylan era un nombre demasiado común; y él, todo lo contrario. Merrick parecía ser más apropiado, pero no dejaba de preguntarse el por qué. ¿Qué clase de cosas tuvieron que ocurrir para que él decidiera cambiarlo? ¿Por qué ya nadie le decía así?

Macy terminó de limpiarse las lágrimas, todavía consternada por lo que sucedía. Entre la muerte de Orión y la confesión de Dylan, ya nada tenía sentido. Ella alcanzó a ingresar a la habitación del muchacho antes que azotara la puerta, nerviosa. Necesitaba hablar con él, pero Dylan ni siquiera parecía escucharla. 

—Hazme caso, por favor. —Ella pidió, plantándose frente suyo—. ¿Qué es lo que está ocurriendo aquí?

—Macy, déjame solo. —Dylan esquivó la pregunta, yendo hacia el baño—. Busca a Ethan y pídele que te lleve a casa. No puedes quedarte. 

Dylan tiró su chaqueta al suelo, quitándose la camisa de uniforme frente al espejo. Su pecho estaba manchado con la sangre de Orión, y tuvo que contener las ganas de llorar. Si se hubiera dado cuenta a tiempo de lo que ocurriría, habría evitado que él saliera al jardín. Su cachorro estaba muerto, y todo era su culpa. 

Dylan empezó a limpiarse, ofuscado por la impotencia. Él era el protector, el encargado de la seguridad y la guardia real. Y no pudo anticipar un ataque como ese. Sin embargo, eso no fue lo peor. Él sabía quién era el causante, y por qué lo hizo. No le cabía duda que fue Iskandar Kovacevic, el hijo de Perso; y que buscaba vengarse por el conflicto que tuvieron un siglo atrás. La historia se repetía, e inocentes volvían a pagar por los errores que cometió. 

Macy lo escaneó con la mirada, recostándose sobre la puerta del baño. Algo dentro suyo le impedía irse, y dejarlo en la soledad de su cuarto. Dylan se mostraba destrozado, y sintió pena por él. La única vez que lo vio sonreír genuinamente, fue cuando estuvo jugando con Orión. Y le dolía pensar que el cachorro no volvería a ladrar para ninguno de los dos.  

—Yo no te voy a dejar —Macy se aclaró la garganta—. Por favor, conversa conmigo. 

—Acaban de matar a Orión—. Él masculló bajo, sin querer levantar el rostro—. Y no quiero hablar de eso. 

Macy lo observó regresar a su cama, llevando una toalla. Se acercó a él, sentándose a su lado. Lo abrazó con fuerza, rompiendo en llanto sobre su espalda. Sabía que estaba sufriendo, y ella también lo hacía. Dylan no estaba solo en el duelo. 

Dylan sintió a Macy abrazarlo por la espalda, y su corazón se detuvo un instante. Se moría por girar y envolverla en sus brazos; pero no podía. No podía permitirse volver a ser débil, y bajar la guardia. Persenpholis Kovacevic y su hijo estaban atacando a quienes le importaban, y sería un error mantenerla cerca. Macy ya corría demasiado peligro por ser la heredera de Salvatore, como para arriesgarla aún más. 

Aka Zaba: Reina de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora