Cecilia
Había pasado 2 días desde que conocí a ese hombre extraño, no lo había vuelto a ver después de eso, tampoco es como si quisiera.
- Cecilia - canfeda me llamo.
- Dime - le respondí con una sonrisa, hoy estaba feliz por alguna razón.
- Ten esto - me extendió algo.
Era un pequeño pequeño cofre y dos agas trajeron una baúl, frunci el ceño confundida.
- ¿Que es esto? - pregunté.
- Te lo mando su majestad - explicó.
¿El sultán? ¿Por qué me mandaba esto? Ni si quiera lo conocía ¿Él me conocía? Será mejor que no reciba estas cosas.
- No los quiero - le di el pequeño cofre bruscamente haciendo que lo que había dentro de cayera.
Eran monedas de oro, abrí mis ojos enormes sorprendida.
- Por Allah cecilia - dijo canfeda molesta mientras se agachaba para recoger las monedas de oro.
Yo aún no salía de mi impresión, había escuchado que el sultán Selim era cruel con todo el mundo, pero nadie me había dicho que estaba loco ¿Que persona regalaba oro y lo que sea que haya en el baúl a otra persona que no conocía? Entendía que a él posiblemente le sobrará el dinero, pero aún así esto era ridículo.
- No los quiero - dije y me di la vuelta bajo la atenta mirada de todas las mujeres del harem, ellas estaban igual de sorprendidas que yo, caminé para irme de ahí.
- También te dió unos apocentos exclusivamente para ti - detuve mi paso en seco y voltee a verla.
- ¿Que? - pregunté confundida.
- Que te dió apocentos para ti - volvió a repetir.
Eso sí me interesaba, me incomodaba estar con todas aquí, no estaba acostumbrada a esto a pesar de que ya llevaba aqui casi un mes.
Si acepto esto, no quiere decir nada ¿Verdad? Solo estoy aceptando por qué si, me acerque a ella.
- ¿Solo para mí? - pregunté.
- Solo para ti - aseguró aún molesta.
Quería aceptarlo, pero al mismo tiempo no quería, no entendía cuáles eran sus intenciones con esto, no me conocía y canfeda me había dicho que el sultán solo da regalos a sus favoritas o a las que pasan la noche con él, yo ni si quiera le había visto un solo cabello ¿Por qué me daba estas cosas?
- No lo pienses mucho y aceptalo por qué eso será una ventaja para ti - me susurro canfeda en el oído.
Sabía a lo que se refería, ella me había dicho muchas veces que si el sultán te aprecia o pasas la noche con él podías ser poderosa en este palacio, ella puso de ejemplo a una tal Dilsha, a ella si la había visto un par de veces y sinceramente para mí era demasiado creída, no me caía para nada bien, pero si veía como ella daba órdenes a cualquier personas y nadie sé atrevía a negarle nada, era por que ella era la única mujer a la que el sultán había vuelto a llamar a su habitación, pero ella había pasado la noche con él y lo conocía, yo no así que las intenciones que él tenía, no las sabía.
- Si no aceptas esto posiblemente, no tengas otra oportunidad como está - dijo con voz sería.
- No me interesa tener la atención de alguien que solo me verá como una criada incluso si los demás no me dan órdenes él lo hará, sería exactamente lo mismo - le dije.
- Él sultán puede hacer que todo el palacio este en tu contra, recuérdalo, tu vida está en manos de el sultán Selim.
- No me da ni un poco de miedo - dije segura.
- Solo acepta los apocentos por lo menos, eso te conviene, no aceptes las cosas que te regalo si quieres, puedo deshacerme de eso, pero los apocentos quedatelos - trato de convencerme.
Los aceptaría, pero si él creía que con esto podría tenerme está muy confundido, se confundió de mujer por qué no iré a sus apocentos solo por qué me dió unos a mi.
- Llévame - pedí.
- Bien hecho - murmuró con una sonrisa y me llevo hasta lo que yo supese eran mis apocentos nuevos - son estos - dijo abriendo la puerta - antes de que digas algo Cecilia - me detuvo cuando abrí mi boca para hablar - ahora eres una otomana, desde que llegaste aqui lo fuiste así que tienes que vivir como alguien así, no se que hiciste para que el sultán te diera tantos regalos son si quiera haberte llamado a sus apocentos, pero se que eres alguien muy afortunada así que espero cuides esa fortuna por qué todas las que están en el harem sueñan con tener lo que tú ya tienes - dijo sería.
Eso era cierto, podía ver las miradas de envidia, de sopresa e incluso ví algunas de odio.
- ¿Por qué hace esto? Ni si quiera lo conozco - murmure, pero ella me escucho.
- Quizás te haya visto - respondió - Cecilia eres hermosa, pero aún así ese no es motivo suficiente para darte todo esto, tiene que haber algo que hicieras - aseguró.
- No hice nada - también aseguré y no mentía, no lo había visto nunca en mi vida.
- Cuida tu suerte, puede que no te diré para siempre así que lo que sea que hayas hecho, síguelo haciendo - dijo y se fue.
Observé a mi alrededor, no estaba acostumbrada a este tipo de ambiente, era muy distinto a Venecia, pero sabía que no podría salir de aquí, ya lo había intentado y todas había fallado, incluso si llego a salir de este enorme palacio ¿Como volvería a Venecia? No podía hacerlo sin ayuda de alguien y en este palacio, no tengo ningún apoyo.
(...)
- Cecilia - canfeda entro a lo que ahora eran mis apocentos - la sultana Mihrimah pidió que vayas a sus apocentos.
- ¿La sultana Mihrimah? - pregunté confundida.
¿Que pasaba hoy? ¿Todo el mundo quería conocerme?
- Si, muévete que a la sultana no le gusta esperar.
Me levanté de mi asiento y la seguí.
- ¿Como es ella? - pregunté curiosa.
- Es la sultana más hermosa de todo el palacio y del mundo - dijo, pero eso no era lo que yo quería saber.
- Me refiero a su forma de ser.
- Lo único que necesitas saber es que la sultana Mihrimah destruye a todos sus enemigos, no tiene piedad y no da el perdón a nadie - dijo sería.
- ¿Se lleva bien con Dilsha? - pregunté, por alguna razón sentía la necesidad de saber eso.
- No ha hecho nada contra ella, pero eso no quiere decir que le caiga bien.
Eso no me decía nada, pero por lo que dijo canfeda es mejor caerle bien a la sultana Mihrimah aunque aún no se por que me mandó a llamar, probablemente sea por los regalos de el sultán, ahora tenía la atención de todo el palacio y no estaba segura de si eso era bueno o malo para mi.

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Lo que lograste cambiar
Short StoryUn emperador dominante y una exclava indominable ¿Que pasará?