Sábado, naciendo la noche. Piso de Saga
Shaka permanecía tumbado boca arriba, apartándose los rubios mechones que se adherían a su sudada frente mientras sus mejillas aún se negaban a perder ese color encendido que las adornaba y sus pulmones seguían ventilándose apresuradamente. Sus ropas hacía un rato que hacían compañía a las de Saga, perdidas sobre el suelo.
- ¿Sabes que acabamos de actuar como un buen par de imprudentes, no?
- ¡Shaka! ¡Que no ha pasado nada! Mi arreglado corazón parece resistir bien los acelerones que tanto temes...- Trató de tranquilizarle Saga, frivolizando sobre el descarrilado momento que acababan de compartir.- Además...no he sentido más que unas punzadas en el pecho cuando has decidido mantenerme bajo todo control...
Saga no sabía como tragarse la risa que apretaba por salir viendo la repentina palidez y la mirada de pánico que se cebó con Shaka de inmediato.
- ¡¿Unas punzadas, dices?! - Exclamó Shaka, medio incorporándose hacia el también recostado panza arriba Saga.- ¿Aún las sientes? - Sus dedos no dudaron en recorrer con delicadeza la gruesa cicatriz que lucía el fuerte pecho del fiscal.
El terror que transpiraba a través de la mirada y el nerviosismo de Shaka finalmente liberó la amarrada risa de Saga, escapando con energía al tiempo que el fiscal también dejaba que sus manos llevaran hacia atrás los húmedos mechones de cabello azulado. Saga cada vez se reía más, cerrando los ojos porqué en ése momento sí que estaba experimentando cierta incomodidad en su piel, pero únicamente debida al lento proceso de cicatrización y re-estructuración muscular. Y cuánto más se reía Saga, más se contraía el ceño de Shaka, el cuál se dio cuenta de inmediato de la sana burla a la que estaba siendo sometido.
- ¡Ésto no es para tomárselo a broma! - Le espetó Shaka sin fingir el enfado y la vergüenza que le embargaba al saberse mofado.- Me has asustado...
- Es que es tan fácil asustarte que no me he podido resistir...
- Ya vale, Saga...lo que has atravesado es algo muy serio para andar riéndote así.- Shaka quería seguir pareciendo enfadado, pero la sana alegría que estaba conociendo en la mirada de Saga pudo más que su engorrosa razón.- Y admítelo...lo que hemos hecho ha sido imprudente.
- Si aquí hay algún imprudente ése eres sólo tú, Shaka.
El rubor acudió otra vez al rostro del forense, quién no soportaba que se hicieran comentarios jocosos sobre los ataques de pasión que sufría de vez en cuando.
- Vale, Saga...No sigas...
- ¡Pero si me ha encantado! Me excita mucho sentirte con el dominio...¡y qué dominio!
- ¡Basta ya, Saga! - Exclamó Shaka completamente avergonzado y furioso de nuevo.- No hace falta que me pases el parte de cada uno de mis movimientos...¡Ya sé lo que he hecho! Y no debí dejarme llevar...
Shaka hizo el ademán de escapar de la desordenada cama, pero una vez más el agarre de Saga a su brazo le mantuvo a su lado.- ¿Algún día dejarás de ruborizarte cuando halago como me haces sentir?
- No. Nunca.- El rictus de seriedad y enfado aun seguía allí, pero Saga sabía que en el fondo Shaka quizás se sentía casi tan feliz como él, y antes de dejarle ir no se prohibió regalarle otro beso que muy a su pesar, Shaka correspondió.- Voy a preparar la cena...si me dejas.- Anunció Shaka, sonriéndose al fin.- Y tú descansa...aunque sea media hora...
- Oído. Me relajaré para tener fuerzas de afrontar una segunda ronda.
- ¡Saga, por favor! ¡No te reconozco! - Shaka había podido huir de las garras del desatado Saga, y si no conseguía averiguar dónde narices había ido a parar su ropa interior corría el peligro de no poder salir de la habitación.