Ese mismo día, en una hermosa región de Italia...
El turbulento aterrizaje en el pequeño aeropuerto de Firenze ya avanzó cuál sería la meteorología que les recibiría en Italia.
Helena finalmente había accedido a acompañar a DeathMask a visitar a su familia en unas fechas que el inspector nunca se saltaba. Pese a su carácter esquivo, pese a su coraza de indiferencia hacia el mundo, Graciano jamás se olvidaba de sus "viejos", tal y como él solía mencionarlos al referirse a ellos. Quizás, antes que sus pasos un día se detuvieran frente a una curiosa floristería, lo único que conseguía dulcificarle el alma era el aroma de la Toscana. Ahora regresaba a ella, y lo hacía tomado de la misma mano que lo hizo el año anterior, cuando todavía ni se imaginaba que esas navidades amenazaban con ser las últimas que vivía como un hombre casado.
La cinta transportadora que debía entregarles las maletas aún no arrancaba, y Helena se revolvía nerviosa a su lado.
- Estate tranquila, que pareciera que vas a conocer a tus suegros por primera vez...
- Es que no deja de resultarme extraña esta situación...- Medio sonrió ella, observándole con timidez.
- ¡Por favor, Helena! ¡Es la cuarta vez que vienes a casa de mis viejos!
- ¡Ya lo sé, Graci! ¿Pero cómo voy a mirar a los ojos a tu madre después de todo lo que hemos pasado? ¿Qué va a pensar de mí, ella, una mujer tan dedicada y abnegada a su familia?
Lo que la joven florista temía era precisamente éso: presentarse de nuevo en el hogar que la había arropado como una hija sin prejuicios ni barreras, y hacerlo junto a su ex-marido con quién ahora empezaba una nueva relación, con sabor a adolescencia y al margen de la ley, la misma que definitivamente les separaba.
DeathMask ensombreció su rostro de repente, alarmando a la joven sin previo aviso.- Helena...antes de salir y encontrarnos con mi padre...debo pedirte un favor...
- Lo sé. Debo disculparme con ellos, ¡pero es que no consigo armar las palabras adecuadas! Si es que hay palabras adecuadas que pueden respaldar mi presencia aquí y ahora...
DM no le ofreció respuesta, inquietándola todavía más. Únicamente introdujo la mano dentro del bolsillo de sus nuevos jeans y con rapidez la sacó cerrando un puño que presuntamente escondía algo.
- Toma...- Dijo DeathMask tomando su mano para verter en la palma el pequeño contenido guardado en su puño.- No tienes que disculparte ante ellos de nada. No es necesario...- Añadió deslizando su mirada por cada nerviosa expresión del dulce rostro que le acompañaba.
No hizo falta que Helena mirara qué acababa de caer en su mano. Lo notaba...y lo reconocía como propio. Meses atrás había recorrido el camino inverso hacia otra mano mayor como inequívoca señal de fin de ciclo. Lo había asumido perdido, y por propia voluntad. Después lo había imaginado vendido o transformado...pero jamás lo había visualizado en retorno.
- Graci...ésto es_
- Tu alianza.- Le cortó DeathMask, sonriéndole con sincera adoración.- La he estado guardando desde el día en que me la devolviste.
La verde mirada de la florista al fin halló fuerzas para llenarse de su imagen estremecida sobre su palma, descubriendo un detalle escapado a su atención durante todo el viaje: el dedo anular izquierdo de DeathMask lucía su réplica, y le advertía que nunca se había conformado con irse de allí.
- ¿No contaste a tus padres nada acerca de nuestro divorcio?
- No.
- ¿Por qué?