Phansy lloró amarrada a ese cuerpo que sentía seguro. Que deseaba saber protector.
Y Shura sencillamente aún no sabía qué decir. Calló, y dejó que su corazón tomara las riendas de esa inesperada situación. Sus fuertes brazos rodearon el convulsionado torso de Phansy, lo estrecharon con fuerza y se contagiaron del temblor que asaltaba cada célula del alma de la joven psicóloga.
Phansy se atragantaba con la intensidad de sus propios sollozos, y su voz ahogada contra el pecho de Shura no cesaba de rezar el mismo mantra. Un mantra que tras años de miedos y coacciones al fin halló las fuerzas necesarias para convertirse en un clamor real...audible...desesperado.
- Ayúdame...por favor, Shura...ayúdame...
El rostro del abogado se apagó hasta lucir más pálido que la cera, y escuchar ese repetido ruego chocar contra su cuerpo sólo consiguió que la calidez de sus brazos transmitiera lo que su voz no armaba.
¿Qué decir? ¿Qué palabras rubricar para combatir con integridad la crudeza de ese dolor inimaginable para él?
No había palabras que hicieran justícia a esa inesperada y descarnada confesión. No...no las había para Shura, quién se halló rindiéndose a la urgencia de agachar el rostro y besar suavemente los rubios cabellos, clavando su afilada mirada entre las penumbras de un pasado ajeno. El dulce contacto de esos limpios labios sobre el nacimiento de la destripada dignidad de Phansy fue robando fuerza a su ruego, aunque la intensidad con la que se aferraba a su única esperanza seguía viva, fuerte y determinada.
- ¿Quién? - Shura sintió dolor al hablar a través del nudo de ira y desazón que ataba su garganta. - ¿Quién te sometió a semejante atrocidad?
El llanto de Phansy arrancó de nuevo, y de su voz sólo se comprendió una única palabra.- Él...
- ¡¿Pero quién es él?!
Shura se estaba desesperando sin medida ante esa entrega de información codificada, y rompiendo su abrazo protector tomó a Phansy de los homnros y le obligó a mirarle entre lágrimas.- Phansy...te ayudaré, pero debo saber quién es él...el malnacido que te hizo ésto. Necesito un nombre...
La joven psicóloga volvió a morderse los labios. Quería hablar...necesitaba hacerlo, pero no podía. Las cadenas del miedo y las amenazas seguían estrechándose alrededor de su garganta a cada palabra que robaban trecho a la verdad, y antes de agachar el rostro deformado por la vergüenza sólo pudo añadir dos palabras más.- Mi padre...
El vacío de palabras regresó a ceñirse entre los dos. Phansy sentía haber hablado en exceso, y Shura simplemente era incapaz de asimilar cómo alguien podía haber perpetrado semejantes abusos con su propia hija, y quién sabía si con alguien más. Pero no llegó ningún nombre que le iluminara el camino a seguir. El abogado tampoco quiso forzarlo, aunque en ese preciso instante comenzó a comprender el por qué de muchas actitudes de quién ya sentía como algo más que una dulce amante.
- Está bien, Phansy...ahora no hables más si no puedes - dijo tomándola de los hombros otra vez - pero si quieres que te ayude debes confiar completamente en mí...¿Quieres que te acompañe a casa y seguimos hablando mañana? - La joven rubia desvió la mirada hacia la bajeza del suelo, negando tímida con la cabeza. - Entonces...¿quieres quedarte aquí?
- Por favor...
- De acuerdo...- Dijo Shura, acariciándole el rostro para invitarla a mirarle sin vergüenza.- Te buscaré algo de ropa cómoda para que te cambies...aunque creo que te irá un poco grande...- Prosiguió, esbozando una forzada sonrisa que contribuyera a relajar la situación.
- No importa...
Shura se apartó con delicadeza de ella, agarrando el bolso que seguía en el suelo para devolverlo a las temblorosas manos que acarició con ternura antes de dirigirse a su habitación. Del ordenado armario, el abogado sacó una camiseta y unos livianos pantalones de deporte que a él le llegaban a medio muslo y que a ella seguramente le cubrirían las rodillas, y lo dejó dispuesto sobre su cama. Una manta también viajó fuera de su enclaustramiento, hallando medio de transporte en los brazos del español, que con infinito dolor observó la caricatura que Phansy presentaba de ella misma, congelada en el umbral de la única habitación de esa casa.