Lo único que se vislumbraba con movimiento entre las húmedas penumbras del callejón era la condensación de las respiraciones de todos los presentes. La noche se presentaba fría, y Camus fue el primero en acercarse al cuerpo tendido al suelo. Aparentemente yacía ante ellos la figura de un joven de no más de unos veinte años. La sangre adornaba con aspecto macabro un rostro completamente malherido, y por la antinatural posición de una de sus extremidades superiores parecía que alguna podría estar fracturada. El inspector sacó una linterna e iluminó el cuerpo y sus alrededores en busca de detalles que pudieran aportar datos sobre la escena: algún casquillo de bala o cualquier objeto que se pudiera relacionar con el crimen, apreciando con mirada incisiva que no había señales de participación alguna de armas de fuego ni tampoco cantidades de sangre que alertaran del uso de algún arma blanca.
- Parece que le han propinado una tremenda paliza...
Camus se agachó frente al cuerpo, examinando con ojo clínico todos los detalles del mismo y del entorno que le pudieran ofrecer alguna pista sobre el misterio de lo sucedido. Milo, su ayudante, inspeccionaba los alrededores, pero a priori parecía no haber nada que pudiera arrojar luz sobre el nuevo crimen.
Shaka, Mu y Valentine aguardaban unos pocos pasos alejados del inspector Camus y su ayudante, pero esta prudencial distancia no pudo impedir que los ojos de Valentine se agrandaran como platos y que el poco color que su rostro había recuperado desapareciera por completo al ver iluminada la faz de la víctima.
Cuando Camus les dio permiso para acercarse, todo lo que pudo hacer Valentine fue alejarse, llevándose una temblorosa mano hacia su rostro, tapándose la boca para impedir lo inevitable. Su espalda pronto topó contra la pared, aplastada por un intenso terror que no demoró en ser derrochado en medio de fuertes dolores abdominales.
Mu se había acercado hasta el cuerpo pero Shaka no le siguió, retrocediendo hasta el convulso Valentine, el cuál se hallaba apoyado con una mano contra la mugrienta pared, sirviéndose del puño de sus ropas para limpiarse los restos que su estómago y miedo habían decidido desechar.
- Tranquilo, Valentine...- La zurda de Shaka se apoyó sobre el encogido hombro del muchacho, quién extrañamente no rechazó el inesperado acercamiento.- ¿Estás bien?
Valentine medio asintió con la cabeza, con el rostro hundido sobe su pecho mientras ente respiración y respiración luchaba para hacer acopio de cierto coraje. Shaka seguía allí, y cuando el joven practicante consiguió el valor para erguirse un poco, el estómago le presentó nueva rebelión. Shaka esperó a que el trance pasara, y cuando pareció que Valentine ya no iba a vomitar más se sacó un pañuelo de papel del bolsillo y se lo tendió.
- Gracias...
Después de escupir un par de veces, Valentine se limpió la boca y se sonó frenéticamente, tirando seguidamente el arrugado y sucio pañuelo lejos de él.
- No te sientas avergonzado, ésto suele ocurrir las primeras veces.- Shaka trató de tranquilizarle con estas simples palabras que no escondían ninguna mentira.- A mí también me pasó...pero llega un día en que los ojos y el estómago se acostumbran...
- No es éso...- Valentine se apartó torpemente de la pared y del charco de sus desechos, observando con los ojos sembrados de acuosidad y terror el cuerpo allí tendido. - Es que...es que yo le conozco, Shaka...
Los ojos de forense se deslizaron del compungido rostro de Valentine hacia los contornos y facciones que se intuían bajo la ensangrentada faz de la víctima, dándose cuenta que él mismo también le había visto antes en algún lugar.
- ¿Dices que le conoces? - Inquirió Milo, acercándose con desfachatez hasta Valentine, sacando una destrozada libreta del bolsillo de su chaqueta y el bolígrafo acompañante.- ¿Quién es? No lleva documentación encima, así que un nombre para empezar no estaría mal...