Phantasos se despojó del abrigo que la guardaba con gestos elegantes, tanto como lo fueron los de Shura al ofrecerse a hacerse cargo de la prenda y colgarla en una percha dispuesta para la ocasión. En el salón esperaba la mesa preparada sobriamente, dónde se podía apreciar una pequeña selección de quesos y embutidos ibéricos acompañados de una ensalada aún sin aliñar pero adornada con una colección de pequeñas aceitunas arbequinas, y un cesto con tiernas rebanadas de pan. Pero el aroma que realmente captó la atención de la rubia psicóloga fue el que se escapaba de la cocina, donde dedujo que Shura se había pasado gran parte de la tarde.
- Huele de maravilla...- Dijo armándose de valor para poder encarar a Shura sin peligro de caer presa de su rasgada mirada.- ¿Qué es?
- Un plato típico de mis tierras, que mi madre suele cocinar para reuniones de días especiales.
- ¿Y es este día un día especial?
- Todo depende de si nosotros deseamos que lo sea.
Phantasos sonrió tratando de controlar el rubor que ya subía por sus mejillas y rápidamente decidió inventarse una distancia que le salvara de su interna tribulación. Shura la invitó a tomar asiento, excusándose por desaparecer en busca de un descorchador de botellas, y Phantasos obedeció, debatiéndose en si actuar como ella sabía e intentar llevar a cabo las primeras pautas de su mandada manipulación, o si simplemente rendirse y permitirse experimentar los frutos de un respeto que nunca antes conoció.
Shura finalmente le había abierto las puertas de su casa, y todos y cada uno de los gestos que fluían del abogado le alertaban que estaba frente a un hombre íntegro, serio, responsable y noble.
Demasiado noble.
Ella había acudido a su primer encuentro fingiendo un casualidad que se escondía bajo una tajante orden. No había dudado en ello en ningún momento. Estaba segura de las directrices a seguir y de sus naturales capacidades para llevarlas a cabo, pero no había tenido en cuenta el detalle más importante: Shura era un hombre atractivo que seguramente ignoraba el propio encanto que poseía...y además era respetuoso.
Demasiado respetuoso para alguien como ella, poco acostumbrada a experimentar en su propia piel el significado de esta noble palabra.
La primera orden recibida había sido clara: manipularle...acceder a él, y a través de él a sus conocimentos acerca de los procesos de la Fiscalía. Las artimañas a usar estaban regidas por carta blanca, debiendo transcurrir desde el influjo mental hasta la utilización de la embriaguez y seducción física si ésta era necesaria.
La segunda orden había sido todavía más clara: prohibido enamorarse.
En un principio Phantasos había estado segura de poder cumplir a la perfección con ambas órdenes, pero ahora algo estaba cambiando en su corazón. La idea de manipularle a discreción para extraer de él un beneficio que a ella apenas le salpicaba ya no le resultaba ni estimulante ni tentadora.
Y cumplir con la segunda orden simplemente se estaba dibujando como una quimera imposible para su menospreciado corazón.
Shura reapareció con la botella llegada de manos de Phansy abierta, y sirvió primero la copa de su invitada antes de servirse él mismo y tomar el fino cristal por el tallo, acercárselo a la nariz previo un ligero removido, olfatearlo con deleite y finalmente catarlo, para sentenciar lo esperado: que la elección de la hermosa psicóloga había sido simplemente tan exquisita como lo era su presencia. Phantasos también tomó la copa, pero con maneras menos cultivadas, haciéndolo directamente por el cáliz y saltándose el protocolo establecido por los expertos, propinándole un sorbo con el que pretendió acumular fuerzas y perder reparos para olvidarse de la varonil belleza que la encandilaba, sobreponerse al sumo respeto que ese hombre le profesaba y sumergirse en las turbias aguas que tras ella mandaban.