Durante el día después...
El enorme reloj que presidía la piscina donde Kanon acudía de vez en cuando mostraba las madrugadoras 6:10 am. Como era habitual en esas horas, las aguas marinas que alimentaban la pileta estaban calmas y quietas. Y así hubieran seguido hasta bien pasadas las 7:00 am de un día cualquiera, hora en que acostumbraba a llenarse de gente presta a hacer algo de natación para comenzar el día en plena posesión de energía. Pero esa mañana recibieron desprevenidas el añorado chapuzón de Kanon, seguido de un largo de 25 metros nadado con estilo crol. Su cabello había sido atado en su nuca, olvidándose adrede de usar el rídiculo y obligado gorro, privilegio que se habia ganado su eterna seductora sonrisa siempre ofrecida con devoción a la muchacha vigilante del turno nocturno.
El abogado pronto alcanzó la orilla opuesta, y después de zambullirse nuevamente antes de tomar el camino de regreso reparó con impaciencia en que el Wyvern sólo había conseguido mojarse un pie.
- ¡Vamos Wyvern! ¡¿A qué esperas?!
- ¡Está fría! - Gritó el inglés, acomodando frente a su ambarina mirada las gafas que Kanon nunca utilizaba, y dudando...dudando y sumergiendo otra vez el pie a modo de cata, arrepintiéndose al acto de haber cedido a las incordiantes insistencias de quién le había arrancado el nórdico del cuerpo apenas media hora atrás.
- ¡Joder Rada! ¡Está a la temperatura que tiene que estar! ¡Va! ¡Tirate de una vez y ven, que te espero!
- ¡Que te digo que está fría de cojones!
- ¡Pero aquí la temperatura ambiente es de 32 grados! ¡No te quejes tanto y tírate ya! ¡Nadando el frío se te pasará enseguida!
Kanon cedió a la reconfortante sensación de zambullirse de nuevo y aguantar bajo el agua todo lo que sus maltratados pulmones le permitían, emergiendo justo a tiempo de ver como Rhadamanthys se lanzaba con poco arte y nadaba con algo de mejor fortuna hacia él, sirviéndose del carril contiguo. Cuando el Wyvern alcanzó su posición, Kanon apenas le dio espacio de tiempo para recuperar el aliento, retándole a una carrera que el orgullo británico del inglés no pudo rechazar. Parecía que el abogado ganaba ventaja cómodamente, y quizás gracias a su excesiva confianza casi se vió alcanzado y vencido por un picado Rhadamanthys, quién le obligó a usar toda su energía para dejarle definitivamente en segundo lugar.
- ¡Qué mal te veo, Wyvern! - Exclamó Kanon riéndose a carcajadas en el momento que su brazo traspasaba la línea de flotantes bolas, apoyaba su mano sobre la cabeza de Rhadamanthys y le hundía sin misericordia con el único propósito que procurarse diversión.
- ¡Serás imbécil! - Le espetó con palpable enfado el Wyvern una vez superó el hundimiento, salpicándole el rostro con una bofetada de agua furiosa pero infantil.- ¡Hace años que no me metía en una piscina! ¡Ten un poco de consideración!
- ¡No hace falta que lo jures que no estás en forma! ¡Se nota a la legua! ¡Si parece que en vez de nadar 50 metros hayas corrido una maratón!
Kanon se volvió a reír a carcajada limpia, y sin esperar ser secundado por Rhadamanthys se lanzó a zamparse otro par de largos, sin ser acompañado por el rubio, cabreado y malhunorado inglés, que decidió esperarle agarrándose a ambas barreras flotantes con la finalidad de ahorrarse esfuerzo.
Poco a poco el frío fue calando a través de su inmovilidad, y asumiendo que Kanon necesitaba saciarse los nervios arrancados en su interior decidió salir e ir a remojarse en la piscina contigua, más pequeña y ésa sí, con las aguas más calientes y equipada con chorros y corrientes internas que deleitaban toda la sensibilidad de la piel. Quizás sintiéndose un poco garbanzo en ebullición calmaría el mal humor que le había generado madrugar tanto, pese a estar más o menos descansado que otros días, dado que la última noche había decidido no abrir el pub. Incluso consiguió cerrar los ojos y relajarse de verdad después de haber dado con un chorro lateral que disparaba corrientes por toda su espalda, pero su paz cesó al notar como toda la piscina se quejaba con fuertes oleajes después de que Kanon decidiera entrar en ella por la vía directa. Por lo visto, las generosas escaleras que descendían hacia el escaso metro y medio de profundidad no existían para el gemelo menor, que se lanzó de culo como si aún fuera un chaval.