Treinta y cuatro| Álbum

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Jimin, despierta...

La sonrisa de Min Yoongi era un espectáculo efímero, un destello que cegaba completamente el corazón de Jimin. Amaba la forma en la que curvaba sus labios hacia un lado, amaba el sonido ronco que brotaba de su boca cuando su misma sonrisa lo hacía bajar la mirada con timidez.

Jimin, abre los ojos...

También amaba su nariz redonda, el pequeño lunar de su mejilla; amaba que a pesar de su delgadez, las mejillas de Yoongi siempre parecían suaves. Adoraba la forma en la que fruncía los labios al hablar, la sutileza con las que sus dedos largos tocaban las cosas que atrapaban su atención.

Y amaba aún más la seguridad que emanaba de su corazón cuando Yoongi lo abrazaba. Al estar entre sus brazos, rodeado de su calor y el aroma tenue de su piel, Jimin podía sentirse en paz. 

Amaba sentirse querido, amaba sentir que su existencia podía reconfortar a otra persona. Cuando Yoongi se escurría entre las mantas y almohadones de la habitación para recostarse en su pecho, cuando dejaba de ser el cuidador para ser cuidado, cuando levantaba sus ojos en medio de la oscuridad y le pedía que acariciara su espalda, sentía que había encontrado un lugar en el mundo.

Había muchas cosas que Jimin amaba de Yoongi, cosas que descubrió hasta que se quedó sin ellas.

Jimin...

Sus ojos se abrieron, tardó en enfocar el entorno apenas iluminado por una diminuta llama parpadeante frente a él. Las luces de su habitación en el hospital estaban apagadas, alrededor de su camilla estaba su madre, su padrastro, su hermano pequeño y sus amigos.

Kim Namjoon sostenía un pastel blanco, sobre el betún había lindos adornos de fondant. La velita en forma de corazón iba consumiéndose de a poco, enviando una iluminación que danzaba con gracia en el rostro siempre sonriente de Hoseok y su novia.

Jungkook abrazaba por los hombros a Taehyung y Seokjin, los tres cantaban en voz baja para no perturbarlo.

—Feliz cumpleaños, cariño —su madre se inclinó a depositar un beso en su mejilla.

Jimin no recordaba cuándo fue la última vez que tuvo un cumpleaños tan cálido como ése, había olvidado qué se sentía ser el centro de atención por una razón simple y única como el cumplir años.

El año anterior recibió su aniversario en la soledad de su cuarto en el asilo, vio las doce de la noche marcadas en el reloj digital de su buró y lloró porque estaba vivo pero se sentía muerto. Deseó que alguien le cantara, que alguien le diera un regalo y le hiciera pedir un deseo antes de soplar las velas.

Y ahora que lo tenía, ahora que su deseo se había cumplido trescientos sesenta y cinco días después, Jimin utilizó sus fuerzas de reserva para sonreír porque en realidad, lo único que quería era llorar con amargura.

Había pastel, gorritos de fiesta, una alegre canción de cumpleaños, miradas amorosas y regalos envueltos pulcramente por Seokjin. Estaban allí sus amigos y su familia, sin embargo faltaba él, faltaba Yoongi.

Su ausencia flotaba pesadamente en la habitación, faltaba su sonrisa. Jimin sintió que sin Yoongi allí, sin su mano tibia sujetando la suya por haber logrado llegar al trece de octubre vivo, una nueva herida aparecía en su ya lastimado corazón.

Pensó con tristeza e ironía que todo lo que estaba sufriendo en el hospital no tenía comparación al dolor que sentía por tener el corazón roto.

Lo que le quitaba el sueño, lo que lo hundía en un abismo de fugaz desesperación era el hueco que dejó Yoongi en su alma. Su ausencia no lo tranquilizaba, no le hacía sentir seguro, ni siquiera le hacía sentir más fuerte; la ausencia de Yoongi dolía, dolía tanto que por un momento sintió que iba a enloquecer.

Healing Jimin [MY;PJ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora