Treinta y cinco| Risa

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La vida es frágil, un suspiro que al mismo tiempo que se exhala, comienza a desaparecer en el aire.

Pero a diferencia de los suspiros, la vida también es como la raíz de un árbol, que mientras crece y se expande hacia los cielos, sus raíces se sujetan a la tierra y la marcan con sus trazos propios.

Así era Park Jimin. Sus raíces, que un día se sujetaron a lo invisible, terminaron enredándose en la tierra fértil de la que se alimentaban sus amigos y su familia.

Cuando levantaba la mirada y se veía crecer hacia el firmamento azul pensaba que estaba solo; sin embargo, debajo de la tierra, allí donde yacía su esencia humana, sus raíces se habían entrelazado con las de los trabajadores de Spring Day, con las de su madre, con las de su hermano, con las de su padrastro incluso, con las de su padre ausente.

Y poco sabía Jimin que la tierra es tan profunda como el cielo y que por el simple hecho de existir, había comenzado a formar parte de un pequeño bosque, de un ecosistema que se dolía cuando uno de sus miembros bailaba frente a los abismos de la muerte.

Entonces, cuando su cuerpo dejaba de funcionar y los doctores le reanimaban; Namjoon, Seokjin, Taehyung, Hoseok, Hyejin, Yeonjun, Jungkook y Felix temblaban heridos por sus dolencias, por la incertidumbre de saber si ese era su último momento junto a él.

Una vez que alguien se arraiga al alma, desprender sus raíces duele, malluga y hace sangrar cada fibra del corazón.

Había pasado una semana desde que Park Jimin llegó inconsciente al hospital, su piel perdía cada vez más color, su cuerpo iba haciéndose más y más delgado. Sus mejillas regordetas ya no estaban más allí, ni siquiera la esponjosidad en sus dedos había sobrevivido a su estado actual.

Las enfermeras y los doctores hablaban de él entre los pasillos, Park Jimin debía estar muerto y su corazón se negaba a dejar de latir; nadie encontraba explicaciones, nadie acreditaba que un chico tan enfermo hubiera sobrevivido tanto. Algunos le llamaban milagro, unos le llamaban suerte, otros le llamaban una ilusión falsa para sus seres queridos.

El doctor a cargo le pidió a su madre que se despidiera de él mientras estaba lúcido, le dijo que aún había la oportunidad de externar su amor por Jimin y que, aunque era doloroso, esa oportunidad no todo el mundo la tenía. No todos pueden decir adiós y sus despedidas quedan suspendidas por siempre en el aire.

En medio de un llanto frágil y desgarrado en medio del consultorio, la señora Choi liberó todo su miedo y tristeza. Se aferró a las ropas de su esposo y éste la dejó llorar y temblar como una pequeño niña.

La vida es corta. Sin importar cuántos años se vive, la vida siempre es insuficiente.

Jimin se irá muy pronto —informó a sus amigos con el corazón destrozado, utilizando la fortaleza impoluta de madre para no llorar frente a ellos—, lo mejor será que nos despidamos de él mientras nos escucha.

Jungkook fue el primero en llorar, se arrojó sobre los brazos de Kim Taehyung y dejó que sus lágrimas fluyeran como un río. Siempre creyó que sería capaz de proteger a los suyos, su naturaleza amorosa le incitaba a ejercitarse y mantenerse sano para ser un soporte para su novio, su familia y sus amigos.

Pero frente a Jimin no tenía nada. Frente a él sus manos y sus músculos no servían en absoluto. Y cuando Taehyung lo atrapó entre sus brazos delicados y débiles, comprendió que no importaba lo fuerte que llegara a ser porque, la vida y sus caminos, siempre serían más fuertes.

La mayoría del tiempo Jimin dormía, sus ojos pesaban y su cuerpo apenas suministraba la energía suficiente para respirar. Sus amigos entraban de a uno, intentaban sonreírle y mostrarle al chico un rostro alegre, un gesto de amor y esperanza para que pudiera irse en paz.

Healing Jimin [MY;PJ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora