Treinta y siete| Vida

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Park Jimin tenía veinticinco años cuando nació por segunda vez.

Sus ojos, que ya habían visto tantas cosas, volvieron a abrirse lentamente ante el universo. Sus párpados pesaban, la luz del sol y la luz artificial de las lámparas comenzó a filtrarse hasta dilatar sus pupilas negras. 

Su visión aún no lograba enfocar su entorno, sin embargo él sabía que estaba en el hospital.

En su primer nacimiento soltó un grito de vida, un llanto poderoso que anunció su llegada a la tierra y robó la primera sonrisa de amor eterno en su madre; en el segundo nacimiento sus labios se abrieron ligeramente y tomó sólo una pequeña calada de oxigeno. 

Pudo sentir la forma en la que el aire entró a sus pulmones, sintió un cosquilleo en los dedos que poco a poco se expandió hasta su columna.

Jimin...

Un eco cercano activó su audición, aún estaba muy débil como para erguirse. Con esfuerzo miró hacia la voz que lo llamaba.

La señora Choi se inclinó a la camilla con cuidado, Jimin enfocó a su madre con el cabello sujeto en una cola casi deshecha, parecía no haber dormido correctamente por muchos días. Tras ella, en el pequeño sofá de visitas estaba Jinki; su cuerpecito estaba encogido entre los reposabrazos y la luz del sol le bañaba cálidamente a través de la ventana.

—Hola, cariño —su madre le acarició el rostro, y con aquel movimiento, Jimin pudo sentir algo ajeno a sus pieles en la cabeza.

Pero conocía bien esa sensación, había casi aprendido de memoria cómo se sentía el material afelpado del gorro que Yoongi le regaló. Algo dentro suyo se removió con una sensación agridulce. En poco tiempo dejaría de usar ese gorro para cubrir su calvicie, en poco tiempo volvería a tener cabello y aquel regalo no sería más su fortaleza.

Intentó hablar pero tenía mucha sed, sentía la boca seca y la garganta irritada. 

—No te esfuerces, Jimin, todo está bien ahora.

Asintió débilmente y recibió una sonrisa por parte de su madre, quien nuevamente comenzó a acariciar sus mejillas para hacerle sentir seguro.

No había forma de describir la dicha que burbujeaba en sus adentros, jamás podría describir ni con todas las palabras del mundo la felicidad que la embriagó cuando su pequeño Jimin suspiró en la camilla y abasteció sus pulmones de un aire nuevo, de un aire lleno de vida.

—Y-Yoo...

—Estoy celosa —confesó con gracia cuando aquel nombre incompleto escapó de la boca de su hijo—, pero también muy feliz de que mi pequeño esté tan enamorado...

Jimin la miró, aunque las ojeras y su delgadez seguían entristeciendo su rostro, había un brillo intenso en sus pupilas.

—Yoongi está aquí, cielo —susurró—, hace una media hora se quedó dormido.

La señora Choi señaló con la mirada el otro extremo de la camilla. Jimin sintió su corazón acelerarse, percibió perfectamente el calor que se extendió por todo su pecho mientras dirigía la mirada hacia sus pies.

Sobre un banco de metal a la orilla de la cama estaba Yoongi. En algún punto de la espera por ver a Jimin abrir despertar, el cansancio lo había hecho perder su batalla contra el sueño.

Tenía la espalda encorvada, su cuerpo cedió hasta hacerle recargar el pecho en la camilla. Su cabello estaba revuelto sobre la manta que cubría los pies de Jimin, sus ojos apenas y se podían ver entre los mechones del flequillo. Los labios entreabiertos estaban abultados al igual que su mejilla presionada contra el colchón.

Healing Jimin [MY;PJ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora