Capítulo 11.

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—¿No creen que es un poco tarde para estar solas por aquí?—les pregunta el rubio con amabilidad y una sonrisa ladina

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—¿No creen que es un poco tarde para estar solas por aquí?—les pregunta el rubio con amabilidad y una sonrisa ladina.

Ambas jóvenes comparten una mirada encogiéndose de hombros—Son las 6:37, no es tan tarde—le rebate la castaña mirando el reloj de pulsera en su muñeca izquierda.

—Déjeme llevarlas—responde Evan con un movimiento de cabeza.

—No queremos molestarlo, profesor—niega Maggie enseguida.

—No es molestia, chicas. Es más rápido para ustedes y más seguro—se encoge de hombros.

Ambas comparten una mirada dubitativa—Bueno, siendo sincera, no tengo ganas de tomar el tren—le dice Maggie en un susurro.

—Ni yo, estoy agotada—murmura Atenea. Suelta un suspiro mirando hacia su profesor—Está bien. Aceptaremos el aventón, si tú aceptas ir a cenar con nosotras.

El mayor la mira claramente sorprendido, al igual que Maggie. La pelinegra mira a su amiga como si le hubiese salido un tercer ojo en la frente—¿Estás segura de esto?—le pregunta en un murmullo.

—Si, ¿porque no?. Nos está haciendo un favor, y estoy segura de que te mueres de hambre como yo—Nea alza una ceja en su dirección.

—¿Y para que te digo no?—asiente Maggie antes de devolver la mirada al chico—¿Entonces acepta, señor Michales?.

—Sólo si prometen llamarme por mi nombre de pila, Maggie—sonríe brillante a lo que ambas chicas terminan por asentir—Entonces suban.

El sonido de las puertas desbloquearse les da la señal a ambas para subir al vehículo. Por costumbre y sin ninguna objeción de parte de la pelinegra, Atenea sube al asiento de copiloto dejando sus cosas en el suelo y entre sus pies.

—Es un auto increíble—lo halaga la castaña con una sonrisa sincera. Evan sonríe agradecido mirándola colocarse el cinturón de seguridad para comenzar el camino.

—Y es el amor de mi vida—bromea el rubio haciéndolas reír ligeramente.

—Que curioso. Atenea también está casada con un vehículo, sólo que Christopher tiene dos ruedas en lugar de cuatro—se bulla Maggie desde el asiento detrás de su mejor amiga. Evan la mira genuinamente sorprendido.

Atenea ríe negando con la cabeza—Eso era un secreto, tonta.

—Pues ya no lo es—se encoge de hombros divertida.

—Con que eres una chica de motocicletas. ¿Quien lo diría?—la mira divertido.

—Bueno, no hay nada como la sensación de no tener nada alrededor tuyo mientras vas a toda velocidad—le responde con una sonrisa pequeña. El mayor asiente dándole la razón.

—Tienes algo de razón, pero yo prefiero la sensación de seguridad de un auto. Aunque este no sea totalmente seguro—se encoge de hombros—Y si sólo tienes ganas de sentir el viento contra tu rostro cual cachorro, pues compras un convertible—se encoge de hombros señalando su vehículo.

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