Capítulo 11.
Casi me atraganto al oírla, no podemos ir a su casa, nunca.
-Mamá, no quiero ir su casa.
-¿Pero por qué no?
-Pues porque dejamos de ser amigos hace mucho tiempo, la relación de amistad que teníamos se acabó, ahora es casi como un desconocido para mí.
-Sé qué hacía mucho que no os veías, pero sería muy bonito que retomarais esa amistad y ya te dije el otro día que a lo mejor sería un buen chico para ti.
-Pero es que no me gusta mamá, se comporta muy raro conmigo.
-Quizás es porque le gustas.
-No lo creo.
-Pues de pequeño le gustabas.
-¿Qué pasa? ¿Todo el mundo lo sabía menos yo?
-No, cielo, pero se le notaba bastante, siempre quería estar cerca de ti, nunca dejaba de mirarte, preguntaba por ti continuamente y quería saberlo TODO sobre ti.
-Eso suena a acosador.
-No digas tonterías y vístete, saldremos en una hora.
Me marcho a mi habitación enfadada, me doy una ducha y me cambio, me pongo una camiseta de manga larga con pantalones largos y un pañuelo alrededor del cuello, no quiero que me mire y si le tengo que tocar prefiero que solo sea con las manos.
Salgo de mi cuarto y voy a la cocina a por un zumo, tampoco quiero fiarme de la comida y la bebida de allí, mejor si no como mucho; tampoco es que crea que me vaya a hacer nada pero todo en él es tan extraño.
-Dulce, ¿Por qué te abrigas tanto? Te vas a morir de calor.
-Es que tenía un poco de frío, a lo mejor me estoy resfriando, no es buena idea que salga de casa.
-Deja de decir tonterías y vamos al coche, no quiero llegar tarde.
-Mamá, espera.- No sé si debo contarle lo que noto en Mark, me muerdo el labio ¿Qué hago?
-¿Sí?
-Es que… Mark está muy raro conmigo, el otro día vi algo raro en sus ojos y luego me lo encontré en el instituto y se porta como… no sé cómo explicarlo.
-Cielo, no te preocupes, seguramente es que vuestra amistad se haya enfriado un poco, pero seguro que es solo eso; si quieres podemos irnos pronto, no quiero presionarte.
-Vale. –No era lo que esperaba, pero al menos me marcharé pronto de allí.
Subimos al coche y nos marchamos, cuando llegamos a su casa me quedo impresionada, nunca antes había venido. Viven en una casa a las afueras de la ciudad, de dos pisos, con piscina y 4 habitaciones.
Me parece demasiado grande teniendo en cuenta que Mark es hijo único, o sea que son solo tres en la casa. Entramos al jardín y llamamos al timbre, abre Mark con una sonrisa y me mira de arriba abajo.
-Bienvenidas, me alegro de que hayáis venido.
Pasamos a un recibidor enorme, vamos al salón y saludamos a sus padres, la casa es amplia, con espacios abiertos y una cristalera enorme que da a la parte de atrás del jardín.
Mark se ofrece a enseñarme la casa mientras nuestros padres se quedan hablando, antes de que pueda negarme mi madre responde alegre que por supuesto.
Subimos al piso de arriba y me enseña la habitación de sus padres, el pulso me va a mil, no quiero entrar en ninguna habitación con él, me da miedo.
Entramos en su habitación y oigo como cierra la puerta a mis espaldas, esto no me gusta, me giro.
-¿Por qué cierras la puerta Mark?- Tiene los ojos negros de nuevo.
-Por nada, he pensado que podríamos hablar.
-Claro. –Me giro de nuevo y me acerco al balcón, si salimos no podrá hacerme nada.
-¿Qué te parece mi cuarto?
Se pone delante de mí, bloqueándome la salida a la terraza, yo hago una pausa.
-Grande.
-Es más grande que el que tenía cuando éramos pequeños ¿Algo más?
-Supongo que es bonita.
-¿Supones?
-No es mi estilo, pero no está mal.
Evito mirarle a los ojos como si pudiera hipnotizarme con ellos. Hay una parte de la habitación que es casi como si me llamara, me acerco, hay algo en un cajón que me está llamando, estoy segura, no quiero ir pero no puedo evitarlo.
-Eso es…-Susurra Mark.
Empiezo a marearme de nuevo, veo todo rosa y oigo a Eric, esta vez sí entiendo lo que dice: NO. Es lo último que oigo antes de vomitar en la moqueta marrón.