Capítulo 27.

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CAPÍTULO 27.

Abro la puerta de mi apartamento y simplemente dejo la mochila que me llevé en el sofá, voy a la cocina y me sirvo un vaso de agua.

-¿Para qué has venido, Mark?

Aparece entre las sobras de una esquina y puedo entrever una pequeña sonrisa, como si no estuviera sorprendido de que lo hubiera descubierto.

-Tan solo he venido a hacerte una visita, Eric.

Sus ojos me repugnan, le miro fijamente y doy un sorbo al agua.

-Vete si no quieres que te mate antes.

-Sé razonable, Eric, tan solo he venido a hablar.

Sus ojos se vuelven más negros todavía y una sonrisa falsa y de superioridad asoma en su rostro.

-Vosotros nunca venís a hablar, como cuando atacaste a Dulce o la asustaste en el hospital.

Dejo el vaso en la encimera y mi mirada y gestos se vuelven más serios.

-Yo solo quería saber si era cierto lo vuestro, ahora puedo ver en tu cara que sí, parece que estás enamorado.- Suelta una risa burlona entre dientes.- Sabes perfectamente que eso está prohibido.

-Eso no es de tu incumbencia.

-Había pensado que si ahora queréis estar juntos, como no van a apoyaros puede que os unáis a nosotros.

La mesa del comedor nos separa pero Mark da un paso cada vez que habla para acercarse a mí, yo no me muevo.

-Creo que he dejado bastante claro que esto no te incumbe, Mark, y que quiero que te largues y no te vuelvas a acercar a nosotros.

Está prácticamente al lado mío.

-Se razonable, Eric, nosotros tenemos el mismo derecho que los vuestros a explicarle nuestro punto de vista, déjame hablar a solas con ella y…

-¡HE DICHO QUE NO!

Me lanzo sobre él y le doy un puñetazo en la mandíbula, pero reacciona rápido y me tira al suelo. Comenzamos a darnos golpes en el suelo hasta que Mark se levanta y va hacia la puerta.

-Nos veremos pronto, Eric.

Se marcha y cierra la puerta, yo, todavía en el suelo, me paso el brazo por la frente para limpiarme la sangre y se me nubla la vista, intento levantarme en vano y pierdo el conocimiento sin ninguna forma de pedir ayuda.

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Me despierto cuando noto que alguien me arrastra por el suelo tirando de mis hombros. Levanto la vista y veo a Dulce.

-¿Qué… haces?

-No hables o te cansarás, voy a intentar subirte al sofá.

Sus mejillas están mojadas y su voz tiembla, espero que Mark no le haya hecho nada.

-¿Estás bien?

Suelta una pequeña risa y yo subo al sofá.

-Luego dices que soy yo la que no se preocupa por lo importante. Cuando he llegado y te he visto tirado en el suelo con toda la cara ensangrentada he pensado lo peor.

*Narra Dulce*

Intento no parecer demasiado preocupada, debo proporcionarle confianza, es muy difícil no llorar y ponerme a curarle las heridas pero debo hacerlo.

-¿Dónde está el algodón y el agua oxigenada?

-En el armario del baño.

Cojo las cosas, aprovecho y me lavo la cara, aunque supongo que ya me habrá visto llorar. Cuando vuelvo Eric está sentado en el sofá esperándome, me siento a su lado y echo agua oxigenada en un algodón.

-Esto va a doler.- Le toco.

-¡AH!- Aparta la cara.

-Venga, no hagas el tonto ¿Por qué todos los chicos son así?

-¿Así cómo?

-Pues recibís una paliza y ni os quejáis pero si os limpiamos las heriditas gritáis como bebes.

-Eso no es verdad.

-¿Ah, no?- Vuelvo a pasar el algodón.

-¡Para!

-¿Lo ves?

-Bueno, pero escuece.

-Intenta sobrevivir.

Me mira serio pero se le escapa una sonrisa y ambos empezamos a reír, adoro reír con Eric.

Sigo limpiando sus heridas y al final guardo las cosas de nuevo en el baño.

Los problemas de Cupido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora