Capítulo 04 | Kurt

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Estoy aparcando la camioneta al lado de la casa de mis padres cuando las escenas retumban en mi cabeza otra vez. Apago el motor y las luces y me quedo adentro pensando. Nunca la había visto y ahora tengo más preguntas. Muchas. Preguntas que probablemente no vayan a tener respuesta por ahora o nunca jamás.

Estoy en una situación por la que nunca había pasado. He tenido relaciones de una sola noche, pero nunca como la de hoy, tan fortuita e inexplicable. Hacía mucho que no me sentía tan enérgico con una mujer desde Rose. Hacía mucho que una mujer no se quedaba en mi cabeza rondando.

Abro la puerta de la camioneta y salgo. Meto la llave en la cerradura de la casa de mis padres y entro. Todo está oscuro y en silencio a esta hora. Subo las escaleras de dos en dos hasta el cuarto de Bailey y la miro desde la puerta. Está profundamente dormida.

Siempre hemos sido Bailey y yo. Sólo los dos. Me gusta pensar que soy un buen padre para ella y que el calor que le da mi madre es el que Bailey necesita de forma maternal, a pesar de que ella todavía no se dé cuenta de que algo falta en su vida. Alguien, más bien.

Me saco los zapatos y me meto en la cama con ella. Tengo mi propia habitación en esta casa, pero a Bailey le gusta que me meta en la suya cuando salgo de trabajar.

No me he terminado de acostar cuando Bailey se levanta y se acuesta sobre mí, aplastándome el cuello.

—¿Vas a dormir así? —casi no puedo hablar. El aroma a fresas de Bailey me inunda la nariz. Ella asiente con la cabeza— De acuerdo.

Le sobo la espalda para que se duerma otra vez.

Bajo el último escalón y entro a la cocina cuando miro a Bailey con la Tablet viendo su caricatura favorita y con un bol con cereal Lucky Charms en medio de sus piernas

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Bajo el último escalón y entro a la cocina cuando miro a Bailey con la Tablet viendo su caricatura favorita y con un bol con cereal Lucky Charms en medio de sus piernas. Está sentada sobre la mesa con mi madre enfrente en la silla. Ambas están comiendo del mismo tazón.

—Buen día, mis mujeres —beso la cabeza de mamá y la mejilla de Bailey—. ¿Ya desayunaron?

—Kurt, es medio día.

Miro el reloj en mi muñeca y es verdad. ¿Llegué tan cansado anoche? Me paso una mano por el cabello.

—¿A qué hora llegaste?

—Dos, tal vez. La verdad no lo recuerdo.

—¿No dijiste que cerrarías a las doce? —me pregunta. Automáticamente Jordan aparece en mi cabeza.

Jordan, Jordan, Jordan.

—Llegaron unos universitarios a las doce. Todavía no había comenzado a cerrar, así que pensaron que estaba abierto y tampoco los eché —miento. La historia me sale completamente natural, pero no sé porqué le estoy mintiendo a mi madre.

—Deberías contratar a más personas y conseguir a alguien de confianza que cierre el bar por ti —sugiere—. Los mejores años de Bailey te los estás perdiendo, Kurt.

No está intentando hacerme sentir mal, de hecho, es su forma de pedirme que pase más tiempo con mi hija antes de que cumpla siete y comience a ir a la escuela.

Me recuesto a la mesa y asiento. —Lo haré, lo prometo. Hablaré con Trevor o veré qué hacer.

—Está bien. No te preocupes.

Viendo a mi madre sonreír, descarto por completo la idea de conseguir otro trabajo.

Trabajo en el bar de cinco a doce y de día ayudo a mi madre con sus clases de equinoterapia para niños autistas y a veces a mi padre con su equipo de Béisbol infantil en el que también está Bailey, pero no son trabajos, es ayuda que les ofrezco, y aunque Bailey y yo vivimos bastante bien, sólo los ingresos del bar no son suficientes para la vida que quiero darle.

Ahora con todo esto, sé que otro trabajo sólo reduciría el tiempo que tengo para dedicárselo a mi hija. No quiero decepcionarla, ni a ella ni a mi hija, pero tendré que tomar una decisión antes de que sea realmente un problema.

—¿Dónde está papá?

—Peinando a los caballos. Dentro de poco llega Monty para su clase.

—¿Puedo montar a Milly hoy? —pregunta Bailey, dejando la Tablet en la mesa.

—Quizás luego, cariño.

—Pero yo quiero hoy —se cruza de brazos—. Abue me subió una vez y no me pasó nada.

—¿El abuelo te subió a un caballo? —mi madre suena horrorizada, pero Bailey no se da cuenta ello y asiente— Ese viejo.

—¿Cuál viejo?

—Nada, B. Tu abuela sólo no está de acuerdo con que montes un caballo si yo no estoy —le digo—. No hagas cosas sin decirme, ¿Está bien?

—Está bien —me da la taza con cereal—. Ya no quiero.

—¿Por qué lo están comiendo seco?

—No hay leche. Tu padre se la gastó anoche haciendo no sé qué. Tampoco hay galletas de chispas —susurra, para que Bailey no la escuche.

Bailey vuelve a la Tablet, pero esta vez le pide a mi madre que la baje de la mesa para ir al sofá. Tiene la pijama puesta todavía y las coletas que le hice ayer ya están caídas y un poco deshechas.

Se parece tanto a Rose.

Le doy un beso a mi madre y tomo las llaves para ir al supermercado.

Le doy un beso a mi madre y tomo las llaves para ir al supermercado

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Un par de minutos más tarde, estoy en la caja registradora. Me encuentro metiendo las cosas en las bolsas cuando a lo lejos miro una melena pelirroja. Una melena que empuñé con mi mano anoche en el bar y que besé a la dueña de dicha melena. Estoy a punto de acercarme a ella, con la intención de no sé qué exactamente, quizás para saber si llegó bien anoche o si ahora podríamos presentarnos mejor en un ambiente menos clandestino, cuando miro a un niño sentado en el carrito y a un tipo delgado, alto y colocho que toma una lata de algo y se lo pone junto a las demás cosas que lleva. Jordan no me mira ni me va a ver porque está de espaldas en el pasillo hacia mí.

Están platicando y ella parece muy a gusto. Está sonriendo y yo me siento confundido.

¿Está casada?

Carajo.

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