Estoy con June en la heladería cuando mi móvil comienza a timbrar.
No puedo evitar ponerme a pensar en lo mucho que han cambiado las cosas para mí. Hace dos semanas mi móvil no sonaba. Estaba cargado todo el tiempo debido al poco uso que le daba y las únicas notificaciones que aparecían en mi vista previa eran sobre el pago del internet y mensajes sobre ofertas o noticias para estar al día. Pero jamás había llamadas. Jamás habían mensajes.
Ni siquiera de Ian para preguntar qué hice con la casa o preguntar si estaba bien para calmar su asquerosa consciencia. Definitivamente no tiene una consciencia muy sucia si jamás lo hizo ni tampoco ha intentado disculparse. Aunque puede ser posible que la culpa ya haya comenzado a aparecer.
Sí, cuatro malditos meses después, pero aparecer al fin.
Sus tres mensajes de los últimos siete días sólo dicen:
«Hola, Jordan. ¿Cómo va todo con la casa?»
«De acuerdo, es sólo una excusa. Quería saber si estabas bien.»
«¿Crees que podamos hablar?»
No, Ian, no lo creo.
—¿Sí?
—¿Jordan? Soy Juvy. ¿Está todo bien?
Tomo una servilleta y me limpio la comisura de la boca.
—Sí, Juvy, todo bien. ¿Ya hablaste con tu esposo sobre la casa?
Puede que yo luzca muy tranquila con la venta de la casa, pero para ser honesta, no fue una decisión fácil el decidir si quedarme con ella o venderla. Es una hermosa casa de dos plantas con terraza, piscina y un rancho para hacer barbacoas, pero vivir en una casa donde creí que era feliz y luego saber que cada pared, cada puerta y pedazo de concreto de aquella casa es una increíble y bien construida mentira me hace sentir que tomé la decisión correcta. Porque no quiero vivir en un lugar que me recuerde lo humillada que me sentí aquella vez. Que me recuerde lo increíblemente furiosa que me sentí de que estuviera pasando en plena luz del día y en mi cama. Nuestra cama. Una cama con la colcha favorita de mi madre.
—Sí, sí lo he hecho. Por eso te estoy llamando —suena entusiasmada, así que me siento tranquila porque sé lo que sigue—. Queremos la casa, Jordan. Luego de pensarlo mucho, realmente es una casa muy bonita.
Dímelo a mí.
—Eso es estupendo, Juvy. Por ahora estaré ocupada hasta mañana, pero podemos reunirnos el domingo para que firmes los papeles. ¿Te parece?
—Claro, está perfecto.
June se está chorreando de helado así que le tomo la mano y se la limpio con servilletas mientras sostengo el móvil entre mi hombro y mi oreja.
—De acuerdo. Te veo el domingo a medio día. Que tengas linda tarde, Juvy —dejo el teléfono sobre la mesa para limpiar los dedos de June, pero pronto vuelve a timbrar.
Está vez ya no es Juvy ni un mensaje de Ian. Es Dixon.
—¿Papá?
—Hola, cariño. ¿Estás en casa?
June se termina de comer el helado y se limpia él solito la boca y las mejillas.
—No, estoy con June en la heladería. ¿Por qué?
—Es que estoy en el aeropuerto. Acabo de llegar. ¿Dónde nos vemos?
—Oh, eh… —miro la hora en mi reloj. Están por ser las dos de la tarde. Esto es un poco extraño. ¿Deberíamos cenar como una familia en mi casa o dejar que nos lleve a un restaurante? ¿Qué es mejor para comenzar a hacer las pases con mi padre? Si es que es eso lo que estamos haciendo—. June y yo ya vamos para la casa. Pasaré por el súper mercado para cocinar algo.
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Mitades del corazón
RomanceJordan, divorciada a sus veintisiete, siente el peso de no haber hecho funcionar su matrimonio aún sabiendo que no fue su culpa. Y para rematar, en menos de seis meses lo pierde todo y su vida da un giro de 180 cuando aparece un niño frente a su pue...