CAPÍTULO 15.- Cristales rotos

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Salgo de la habitación con cientos de pensamientos rondando en mi cabeza

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Salgo de la habitación con cientos de pensamientos rondando en mi cabeza. No quería que Agnes pensara que había sido mi idea invitar a Ian a su departamento. Joder. Nunca lo había invitado al mío y la razón principal no era porque no vivía en uno, sino que era su tendencia a buscar problemas hasta con la persona más amable del mundo.

- ¿Todo bien? - Agnes pregunta de manera que solo los dos podemos escuchar.

- No, creo que lo mejor es que me vaya.

- ¿Por qué? - Sus cejas bajan consternada.

- De alguna manera Ian se ha autoinvitado al desayuno. - Susurro. - Le he pedido que no venga, pero me ha colgado.

- Pero, él no sabe dónde vivo.

- Si, el día que vine a verte hecho mierda, él fue quien pasó a recogerme. - Su ceja se levanta con extrañeza. - Mi auto se lo habían llevado las autoridades por dejarlo aparcado en un lugar prohibido. No te enojes.

Ella suelta una risa baja, prácticamente un murmullo. Mi corazón vibra en mi pecho al escucharla.

- Bien, lo mejor será que te vayas, pero termina el desayuno o mi madre se enojará.

- Tu madre tiene cara de que la mayor parte del día está de mal humor.

Esta vez la risa discreta es olvidada y Agnes suelta una gran carcajada. Toda su familia nos voltea a ver con miradas curiosas. Ella sigue riendo, sin poder evitarlo, lágrimas se deslizan sobre sus mejillas y su rostro está enrojecido por el esfuerzo.

- ¿Hay algo que deberíamos saber? - Su madre nos cuestiona.

- Solo me contó una anécdota de cuando era niño.

- También queremos escucharla. - Su padre me anima.

- En este momento no, él se tiene que ir. - Agnes apura los restos de su desayuno con rapidez.

Lo único que quería era sacarla de ese lugar y llevarla a comer un desayuno decente sin la mirada escrutadora de su madre.

- Gracias por el desayuno señora Ström. - Me levanto de la silla. - Me ha surgido un contratiempo y me tengo que ir de manera anticipada.

- Oh. - Responde. - Está bien.

Melanie se queda en su asiento. Su rostro revela el alivio que siente al escuchar que me voy.

- Esperamos verte pronto hijo. - Daniel me hace el signo de paz con la mano que no usa para sostener la cuchara.

- Gracias señor, igualmente lo espero.

La mentira se desliza de mi boca con facilidad, en realidad esperaba verlos dentro de mucho tiempo, si era posible, nunca más.

- Lo acompañaré al estacionamiento. - Agnes sigue mis movimientos. - No tardaré en regresar.

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