CAPÍTULO 11.- Noche estrellada

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A la mañana siguiente, me despierto relajada y contenta

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A la mañana siguiente, me despierto relajada y contenta. Me dirijo a preparar mi desayuno cuando encuentro a Bozydar completamente dormido en el sofá. La manta cubre la parte inferior de su cuerpo, solamente dejándome echar un pequeño vistazo a la V marcada en su vientre. Su brazo izquierdo cubre su rostro y sus respiraciones son constantes y lentas. No tengo idea de a qué hora se ha dormido pero el montón de hojas regadas a su alrededor me indican que trabajó por varias horas en la madrugada.

Me parecía totalmente curioso cómo él era una persona nocturna, sin embargo, yo era lo opuesto, me encantaba dormir y era bastante sobreprotectora con mis horarios. Debía dormir a cierta hora sino a la mañana siguiente me despertaba de malas y probablemente sería una pesadilla para las personas con las que trabajaba.

Me decido a preparar unas tostadas con aguacate y queso vegano con una pequeña pizca de pimienta. Dudo en si es correcto prepararle algo a Bozydar. Al final decido que si, él es prácticamente una visita y debía atenderla, justo como mi madre me enseñó. Preparo ambos platos y cubro el suyo con papel aluminio. Escribo despreocupadamente su nombre con un marcador -por supuesto color lila - encima de la cubierta y coloco al lado un vaso con jugo de naranja.

Un vistazo al reloj del horno me hace apresurarme. No quería llegar tarde a la sesión de fotos con una importante firma de ropa interior italiana. Bebo aprisa los restos de mi jugo de naranja y dejo los trastes sucios en la encimera. Regresando los lavaría y acomodaría en su lugar.

En este momento iba justa de tiempo.

Corro a mi habitación y arrojo mi pijama al cesto de ropa sucia. Enciendo la ducha y espero unos minutos a que el agua esté a la temperatura que me gusta. Después de bañarme y arreglarme. Tomo mi bolso. Reviso que mis llaves, mi celular y mi cartera estén dentro. Doy una última mirada a Bozydar durmiendo en el sofá blanco de gamuza, las hojas dispersas en el suelo. Mis dedos hormiguean por alcanzarlas y leer lo que hay en ellas.

Seguramente no se daría cuenta si tomaba una de ellas, probablemente pensaría que la había extraviado o incluso no se acordaría de su existencia.

Cuidadosamente me acerco a su sitio. Mis tacones golpeando suavemente en el piso. Cuando estoy a unos centímetros de él, me agacho lo más silenciosa que puedo y recojo con las yemas de mis dedos la hoja que yace elegantemente sobre la madera. En cuanto la tomo, me alejo de él con la misma precaución.

No es hasta que estoy fuera de mi apartamento que respiro profundamente. El oxígeno entrando en mis pulmones me tranquiliza. Una sensación de victoria me recorre. Escondo mi delito en mi bolso y corro al elevador con una gran sonrisa en mi rostro. No podía perder ni un minuto más.

***

Bozydar no me había mentido. De acuerdo con mi rápida investigación en internet, había descubierto que en efecto, existía un lugar llamado Kobranchi, sin embargo, no era lo que esperaba.

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