CAPÍTULO 19.- La jodida apuesta

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La luz que atraviesa las cortinas me hace abrir los ojos

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La luz que atraviesa las cortinas me hace abrir los ojos. Inmediatamente me arrepiento, hay demasiada luz en la habitación y solo hace que mi cabeza palpite de dolor. Suelto un gemido y me estiro para quitarme el resto del cansancio que tengo. Siento como si una manada de alces hubiera pasado sobre mi cuerpo para hacerme papilla.

¿Qué hora era? No acostumbraba a levantarme cuando el sol estaba en pleno apogeo. Me obligo a abrir los ojos nuevamente. Frunzo el ceño cuando me doy cuenta de que no estoy en mi cama, sino que me dormí en el sofá con la ropa de la noche anterior. Me incorporo para sentarme y asimilo mi alrededor, al bajar mis pies al suelo alfombrado, choco contra algo caliente y pesado. Bajo la mirada para encontrarme a Thomas tirado en el piso profundamente dormido. Para mi alivio, lo único que le falta es su camisa.

Eso significa que no pasó nada.

Lo vuelvo a tocar con la punta de mi pie para despertarlo. Él se queja y abre sus ojos de golpe. Al ver en dónde se encuentra, se levanta de manera que queda sentado en el suelo enfrentándome. Sus ojos me recorren con confusión, sin saber qué hace aquí.

- ¿Qué diablos hago aquí? - Pregunta con voz ronca.

- Es lo mismo que me pregunto. - Me levanto. - Siento que mi cabeza va a explotar.

- Mierda, bebimos demasiado... ¿nosotros...? - Deja la pregunta al aire, sin querer terminar la pregunta.

- Dios no, o eso es lo que creo, ambos estamos vestidos...

- Eso es un alivio. - Toma asiento en el sillón. - Creo que ambos estábamos tan ebrios que ni siquiera pudimos llegar a la cama.

Suelto una risa y busco mi celular.

- No le digas a nadie, eso arruinaría mi reputación en todo Londres.

Al no poder encontrar mi celular me rindo y camino al baño, me hacía falta una ducha para eliminar los restos de la noche, mi cabello apestaba a humo, tenía manchas de bebidas en el vestido y mi maquillaje estaba corrido.

- Me daré una ducha, deberías pedir algo para desayunar y un paquete de pastillas para el dolor de cabeza. - Señalo el teléfono de la habitación. - Me estoy muriendo de hambre.

- ¿Algo en especial?

- Lo que quieras, solo pido que sea saludable, me he pasado de bebidas la noche anterior y no quiero que eso influya en mi figura.

- Mi madre me mataría si supiera que me emborraché en plena campaña.

- Pues te ves bastante bien desde aquí. - Me levanta el pulgar. - Unos chilaquiles me caerían de maravilla, me encanta la comida mexicana.

- Yo quiero fruta por favor.

- ¡Déjame un poco de agua caliente!

Cierro la puerta. Me deshago de mi ropa y evito mirarme en el espejo. En cuanto giro la llave, el agua caliente salpica toda la regadera, la nivelo a mi gusto y entro. Lavo mi cabello hasta que el horrible olor a humo ha desaparecido, froto el jabón por todo mi cuerpo y lavo mis dientes. Algunos minutos después salgo, y esta vez si me enfrento al espejo, me veo mucho mejor, mi piel está brillante y sonrojada por el baño. Cepillo mi cabello mojado para quitar los nudos y tomo la secadora para empezar a arreglarlo un poco.

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