Liz odiaba tener que cambiar de lugar en cada clase. Era una norma estupida para ella, siempre hacía que se perdiera tiempo, más por el grupo con el que le tocó cursar este año ya que eran sumamente incapaces de ponerse de acuerdo para cualquier tipo de actividad. A pesar de todo eso, a Liz en realidad no le importaba perder tiempo de clase. Ir de escuela en escuela cada año era una rutina de la cual se había acostumbrado por años. A partir del cuarto año dejó de prestarle tanta atención, terminó por no acostumbrarse a nada, a sus cuartos, a sus trayectos, a sus escuelas, a hacer amigos. Lo que no cambiaban eran las mudanzas. Al terminar cada mudanza su padre siempre lo hacía diciendo la frase: "Esta es la última vez, lo prometo" y en esta mudanza a la Ciudad de Agovar no faltó para nada.
—Esta es la última vez, lo prometo.
—Siempre lo prometes —Respondió Liz con monotonía.
—¡Esta vez te sorprenderás! —Dijo su padre con un entusiasmo grande, uno que no había visto Liz en años. Parecía ser que aquella vez sería diferente, tal vez decía la verdad.
Liz y su padre se habían mudado a la central de Agovar por cuestiones de trabajo, su padre consiguió un buen departamento cerca del zona de edificios empresariales muy cercanas a Gostarina. Liz prácticamente tenía cerca la mayoría de los lugares para pasar el rato, centros comerciales, discotecas, cines, y también la misma escuela a la que le tocó cursar un nuevo año. A pesar de tener muchas posibilidades, siempre se limitaba a hacer un recorrido de su casa a la escuela y viceversa. Apenas había cumplido un mes en la nueva escuela, pero ya se encontraba a mitad de la carrera de economía por lo que de desde el primer día de su llegada se ganó una profunda indiferencia del grupo. Durante las primeras tres semanas nadie se le acercó a hablarle, no fue hasta el final de la cuarta, durante uno de los cambios de lugares cuando una chica se le acercó.
—¡Liz! ¡Hola!, soy la encargada del grupo, estuve un buen rato incapacitada así que apenas pude hablar contigo.
La chica portaba un cabestrillo en su brazo izquierdo. No era para nada discreto, además, se veía muy incomodo. Era el primer día de la encargada del grupo y aún así conservaba la tranquilidad a pesar de llevar casi un mes de retraso con las actividades escolares.
—Hola, ¡mucho gusto! —Respondió Liz fingiendo sorpresa y emoción.
—Quiero decirte que para cualquier cosa puedes pedir mi ayuda —explicó la mujer—. Sé lo complicado que puede ser llegar a un....
El sonido de su voz pasó a segundo plano. Liz dejó de escuchar a la encargada de grupo por completo, era una conversación que se sabía al derecho y al revés: "Llegar a un nuevo lugar y empezar de cero es difícil. Ubicarse es un poco laborioso, puedo ayudarte si quieres. Hay que intercambiar números así puedes llamarme cuando lo necesites, podemos ser amigas". Odiaba y amaba ese show, era horrible, estaba harta, siempre quería saltarse esa parte. Por otro lado le encantaba esa actuación, sabía que iba por buen camino y que lo peor había pasado.
—...es llamarme cuando lo necesites, ¡podemos ser amigas!
—¡Me parece bien!— Respondió Liz en automático. De su mochila sacó un trozo de papel y se lo tendió a la chica de inmediato.
—Ya estabas preparada, ¿no? —Soltó una risa nerviosa que hizo que le doliera un poco el brazo.
—Una vez alguien me pidió mi número y no pude dárselo, así que guardé el papel para evitar gastar tinta —Respondió.
La clase de Teoría del Valor terminó siendo igual que las de siempre: explicaciones nulas por parte de la profesora, un montón de trabajos por entregar y conceptos que Liz no terminaba de entender, era totalmente tedioso. En esa clase Liz desarrolló cierto hábito: Salía al baño y pasaba a tomar aire, se tardaba exactamente quince minutos en regresar, ni más ni menos. La chica tenía cierta manía con el uso del tiempo, sus medidas de trayectos y actividades parecía exageradamente cronometradas. Esto llegó a tal punto en el que podía ser totalmente exacta con sus cálculos, desarrolló la costumbre de tomar algunas acciones en tiempos cerrados en cero o tiempos que terminaran en cinco. La costumbre de salir en la clase de Teoría del Valor la tomó las primeras dos semanas a las 11:20am, sin embargo a la tercera semana empezó a levantar un poco las alertas de la profesora y sus compañeros. Así que terminó por optando por alternar sus horas de salida, 11:10am y 11:40am eran sus favoritas por las horas cerradas. La salida de esa clase terminó dándose a las 11:45am. Liz cruzó uno de los largos pasillos del edificio que llevaban a otros salones, otras clases. La fila de salones terminaba un poco antes de llegar al final de pasillo, justo donde estos pasaban a ser sustituidos por unos grandes ventanales que dejan ver los exteriores de la escuela. La escuela contaba con un gran espacio para los edificios de salones así como para las oficinas de administración, pero no era todo. El lugar había conseguido implementar una gran cantidad de áreas verdes y varios tipos de árboles, era increíble para Liz, las otras escuelas eran más pequeñas o eran enormes pero todas tenían en común una escasez de áreas verdes. Liz se detuvo unos instantes para poder admirar la vista desde los ventanales.

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Recuerdos Radiantes
ActionEn la Ciudad de Agovar se encuentran muchos tipos de personas. Celeste, David y Alex, portadores de habilidades especiales se encuentran con Dita, una chica que no recuerda nada de su pasado y junto a ella trabajaran en un operativo para proteger a...