La noche reinaba en Agovar, la temporada de frío estaba llegando y la gente ya empezaba a salir a la calle con todo tipo de ropa de la temporada. Era algo disfrutable para los habitantes de la ciudad porque abría paso a una temporada de eventos invernales donde había pistas de patinaje, conciertos y zonas de nieve. Alex no era muy fanático de esas temporadas, en gran parte porque en esta temporada fue cuando tuvo que prestar su servicio militar donde tuvo que salir unos años de la ciudad, una temporada que agradecía mucho pero también le dejó mucha marca. Además, el prefería el calor. Aunque en ese momento agradecía el frío ya que le daba una ventaja gracias a que lo dejaron descalzo, podía mantenerse despierto un poco más tiempo. No sabía con certeza en que lugar se encontraba. Lo ultimo que recordaba fue cuando se cortó la comunicación que tenía con David y que a los pocos instantes alguien lo noqueó de inmediato. Quienes lo secuestraron se encargaron de quitar todo tipo de posible pista que pudiera delatar alguna idea de donde se podría encontrar. Desde olores, sonido de ambiente y accesos a la vista del exterior. Eso si, se encargaban de alimentarlo cuatro veces al día, exactamente a la misma hora.
Los que lo cuidaban parecían salidos de un culto, la mayoría compartían vestimenta: Una gabardina de color azul marino con una mascara de luces led que cambiaba de expresión en relación a lo que llegaban a decir los guardias del lugar. Alex se había obligado a mantenerse despierto gran parte del día, solo llegaba a dormir 3 horas. Ese tiempo que tenía de más lo aprovechaba para poder escuchar lo poco o mucho que pudieran decir los guardias. Esa estrategia no le salió como esperaba ya que lo que escuchaba en su mayoría era todo tipo de cotilleo. Pero su esfuerzo no terminó en vano, ya que al tercer día fue en el que pudo conseguir información diferente. Los guardias no paraban de hablar sobre la Matriarca, al parecer tenían tanto miedo de ella que no querían que se dieran desperfectos con su visita ese mismo día. Ese día fue eterno para Alex, no dejó de escuchar a la guardias en ningún momento. Al parecer la Matriarca era la que movía todos los hilos en Agovar. Desde movimientos políticos hasta intervenir en los comercios de la ciudad y participar en todo tipo de eventos e instituciones por medio de empresas señuelo. Era una mujer poderosa y de la que ni Alex sabía de su existencia hasta ese momento. Lo que más lo confundía era la razón de que el estuviera en ese lugar, con ese tipo de gente. Durante unos días pensó que los mismo que lo secuestraron eran aquellos que filtraron la información sobre el equipo. Pero no tenía mucho sentido. Para él, tenía más sentido que lo retuvieran por su participación con el ejercito de Agovar, conocía información clasificada y sabía operar todo tipo de maquinaria.
Poco tiempo después, al final de su tercera comida empezó a escuchar mucho movimiento afuera de su habitación. Alex solo podía pensar que los guardias estaban dejando su lugar, pero por alguna razón los que lo estaban vigilando no habían dejado su puesto todavía. Se acercó a la puerta para poder escuchar algo más pero mientras más se centraba en escuchar lo que sea que viniera de afuera, más cansado se sentía. Su ojos empezaban a cerrase poco a poco y cuando cayó al suelo, lo ultimo que pudo escuchar fue como la puerta de su habitación se abría para los dos guardias que lo sacaron de la misma.
Disparos, explosiones y pisadas de lo que parecían ser pelotones de soldados lo despertaron. Alex tardó unos minutos en recuperar conciencia. Se encontraba en la oscura noche de una extensa jungla la cual a lo lejos estaba siendo consumida por el fuego. De inmediato buscó con que defenderse, se hizo con un montón de piedras y se ocultó entre la vegetación de la zona para poder incapacitar a la primera persona que pasara por ahí. No tardó mucho en pasar un pelotón de soldados, le fue difícil reconocer de que división o siquiera de país eran, no portaban consigno ningún símbolo. Alex logró incapacitar a una recluta para después poder equiparse con su rifle de asalto y una de sus placas de protección. Salió de las vegetaciones y empezó a buscar a quien ayudar, estuvo un buen rato recorriendo los lodosos caminos que dejaban a su paso los desconocidos pelotones, siempre alejándose del incendio que poco a poco consumía el lugar. Aunque Alex hubiera cambiado de escenario de repente y no le costó casi nada en acostumbrarse al escenario, seguía teniendo dudas sobre como lo habían llevado hasta ese lugar. Parecía que la jungla tenía mucho por abarcar, aunque la luna seguía acompañando la iluminación de las llamas del lugar. Por otro lado, la misma jungla confundía al antiguo soldado ya que no había ninguna señal de animales por la zona, solo gran abundaría de la flora. De inmediato una enorme cadena de explosiones hicieron retumbar el suelo, enormes grupos de soldados salieron corriendo hacía el mismo lugar: Dentro del incendio, que para ese momento ya recorría grandes hectáreas de la zona.
Alex dudó por unos instantes en acompañar los soldados en su lucha, ni siquiera sabía si estaba del lado correcto, pero parecía no importarle del todo ya que salió corriendo con todo su ser hacía el incendio. Había una llama en su interior, una llama que no había sentido desde que dejó el servicio militar, una llama que era alimentada por la incertidumbre y la adrenalina.
Cuando llegó al centro de tumulto se encontró con una enorme batalla entre los soldados y un ejercito de sombras que salían a montones de las llamas del incendio. No lo comprendía del todo pero eso no le impidió unirse a desastre. Usó las pocas piedras que había recogido para usarlas con su poder de convertir cualquier objeto en un explosivo. Aprovechó el material de la misma piedra para lanzarlas a las llamas para que estas explotaran de inmediato y así solo pudieran dañar a las sombras. Fue un combate que duró mucho tiempo pero que por fortuna había podido aguantar junto con el enorme grupo de soldados a los que acompañaba. Las sombras no tardaban en desvanecerse pero así como se iban otras muchas más regresaban de las llamas. Todo esto hacía un efecto contrario en Alex, en lugar de cansarse más rápido, su energía se recuperaba con velocidad, podría estar peleando todo el día si así se lo pidieran.
Sorprendentemente, la temperatura del lugar cambió de golpe. Las llamas del incendio poco a poco fueron disminuyendo y cuando ya no había rastro de ellas la nieve empezó a caer en su lugar. Las sombras a la vez se fueron junto con las llamas dejando solos a Alex y al gran grupo de soldados, todos estaban confundidos. Los pequeños ríos y charcos de agua se convirtieron en superficies de hielo. Alex empezó a temblar del frío mientras veía como los demás soltaban vaho al hablar. El sonar de una sierra se escuchaba desde lo lejos y mientras más frío se sentía, más aumentaba la intensidad del sierra. Alex se talló los ojos unos instantes a la vez que dejaba de escuchar la presencia de los soldados que lo acompañaban.
Cuando los abrió los ojos de vuelta se dio cuenta de que estaba de nuevo en una habitación de metal, amarrado en una silla, acompañado con dos guardias y una mujer de cabello negro con un largo mechón gris del lado derecho, ella vestía una larga capa gris a nada de tocar el suelo. La sierra seguía sonando, ahora detrás de él. La mujer soltó una sonrisa al ver que Alex volvía en sí después de respirar la droga que le pusieron en el cuarto.
—M-Matriarca... —Susurró Alex que poco a poco recuperaba la conciencia.
—Estos inútiles no dejaron de hablar sobre mi llegada, me lo esperaba... — habló con tranquilidad. Su tono de voz era muy neutro, hasta reservado en cierto punto. La mujer sacó de su capa una pequeña daga y acuchilló a los dos guardias que los acompañaban—. Perdona eso —limpió la sangre de la daga con su capa—. Necesitamos hablar.
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Recuerdos Radiantes
ActionEn la Ciudad de Agovar se encuentran muchos tipos de personas. Celeste, David y Alex, portadores de habilidades especiales se encuentran con Dita, una chica que no recuerda nada de su pasado y junto a ella trabajaran en un operativo para proteger a...