Capítulo 17 [Cristal]

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 Habían pasado varios días de que Alex tuviera su primer contacto con la Matriarca, desde que lo torturaron hasta dejarlo inconsciente. Resistió más de lo que esperaba, ya que llevaba una semana siendo torturado, todo para conseguir información sobre Celeste y Dita la cual se negó a dar. Era un martirio aguantar las mismas preguntas y las mismas torturas, en parte quería comprobar quien de los dos perdía la paciencia primero, la gran diferencia de aquello era que si la Matriarca la perdía, el estaría siendo tirado en un callejón, sin vida, abandonado a la intemperie. Si el la perdía, pondría en una situación horrible a sus amigos.

Esta situación era una sobre las que pensaba durante todo el día en esa helada y aburrida celda de metal. Durante pequeños ratos se dedicaba a escuchar a los guardias que pasaban por su puerta con fin de encontrar información útil para escapar de ahí. Lo único que pudo conocer ese día era que la semana de elecciones estaba por finalizar lo cual estaba poniendo de nervios a muchos de los que se encontraban a su alrededor.

Otra cosa sobre la que Alex pensaba era sobre ese sueño que tuvo el momento en el que lo sedaron por primera vez, todavía sentía ese fuego en el alma, las ganas de seguir peleado. Esa adrenalina que no sintió en años le había bajado mucho la moral, no tenía posibilidades de pelear y escapar. Cuando despertó por primera vez en el lugar se encontró encadenado de las muñeca con unas esposas especiales, estas de alguna forma podían hacer que el que estuviera en contacto con ellas dejara de poder manifestar sus poderes. Intentó de muchas formas crear grandes explosiones, hasta pequeñas como le había dicho David, pero ninguna funcionaba. El militar tenía la teoría de que todo era la razón del brillo amarillo que se desbordaba de las esposas, posiblemente un tipo de energía potenciada, lo cual impidiera el uso de su habilidad.

Pero poco tiempo tuvo para poder inspeccionarlas a mejor manera ya que en ese momento la puerta de su celda se abrió de golpe revelando a dos guardias que se veían demasiado sorprendidos de verlo consiente.

—¿Que quieren?— Preguntó Alex con frialdad. Uno de los guardias sacó su revolver y le apuntó a la vez.

—¿Tu que crees? ¡Vamos muévete! —Ordenó el guardia.

Ambos salieron de la celda mientras que el otro guardia se quedó para revisar la falta de gas sedante y que todo estuviera en orden. Alex recorrió con el guardia varios pasillos para poder ir subiendo de piso. Durante el recorrido se dio cuenta de la inmensa cantidad de gente que se encontraba encerrada en el edifico, desde ancianos hasta jóvenes mucho menores que el. Todos privados de su libertad, una red de secuestrados que se encontraba en uno de los altos edificios de Agovar y del que no sabía nadie. Así fue piso por piso hasta que subieron diez en total. Llegaron a una enorme puerta de metal, tan grande como las que usaban los bancos para sus cajas fuertes, el guardia tiró a Alex al suelo y de inmediato empezó a teclear en la pequeña pantalla que se encontraba a un lado.

—En poco tiempo estará aquí, disfruta tu poco tiempo de vida. Goza de las vistas, imbécil...

El guardia agarró del cabello a Alex y lo arrastró hasta la celda protegida. La grande puerta cerró de inmediato dejando al militar de nuevo en una fría celda, la gran diferencia, era que contaba con un mirador, toda la ciudad de Agovar se podía apreciar desde ahí, brillando a pesar de la oscuridad de la noche. Todavía tiempo pensar con claridad que era lo que tendría que hacer: Negarse a dar información o dejar a su equipo a la suerte. Se recostó por unos instantes en el frío suelo del lugar y, mientras más pensaba en el asunto más caía en el sueño, hasta que al fin pudo descansar por unos minutos.

Esta vez no soñó con algo tan complicado como la batalla en la selva de la otra ocasión. Ahora se encontraba en medio de un puente de cristal reforzado que conectaba dos enormes edificios, dos edificios que no reconocía de ningún lado y de la que no podía ver la ubicación ya que se encontraba hasta la altura de la nubes. La gente a su alrededor corría y gritaba, explosiones se escuchaban a lo lejos, en los pisos inferiores y el puente de cristal tambaleaba con frecuencia. Alex corrió hacía el edificio de la derecha, pero lo detuvo una luz naranja emergió del suelo. Esta se dividió en dos lineas de luz que de inmediato crearon el contorno de una puerta, una puerta con un tapizado de mármol. La puerta se abrió lentamente y de ella salió una chica pelirroja con raíces rubias. De rasgos finos y con una chamarra color pastel que acompañaba con unos jeans negros, esta sonrió al ver a Alex. Corrió hacía el mientras gritaba "¡NO VAS A ESCAPAR!", Alex intentó esquivar el golpe que iba directo hacia el y así fue, pero lo que no esquivó fue la patada que recibió mientras se encontraba en el suelo de la celda.

Perdió un poco de aire al volver en sí. Lo primero que vio fue un par de tacones blancos, muy relucientes y limpios para haber pasado por todo el edificio. Mientras recuperaba la compostura escuchó la ultima oferta de la Matriarca.

—¡Vaya que si tomaste en serio lo del ultimo día! —habló con diversión—. Esta es la última vez —la mujer lo agarró del cabello, sacó una navaja de su bolsillo derecho, brillaba con un tono verde y la acercó a su cuello—. Vamos a intentarlo de nuevo, tenemos toda la noche y no saldré de aquí sin lo que necesito.

Recuerdos RadiantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora