Necesidad

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 Visitar la Torre de Carceleros no era algo que le gustara demasiado a la Matricarca. Tenía mucho que hacer durante sus días de trabajo, se encargaba que supervisar a los cinco subordinados que acataban cualquier orden que ella diera sin rechistar. Aunque durante aquellas semanas se estaba encargando más de limpiar el desastre que dejaban por toda la ciudad.

Aquella Torre era un lugar muy exclusivo para los altos mandos criminales de Agovar. Secuestrar gente, tener rehenes o simplemente fuentes periódicas de información requiere espacio y cuidado. Así que uno de los grandes pilares, un pilar anónimo decidió aprovechar la oportunidad y crear un espacio para ello. Un edificio de cuarenta y ocho pisos, dedicado a una cárcel totalmente dirigida por los criminales más poderosos de la ciudad, y los que pudieran pagarlo.

La Matriarca se había hecho con los once últimos pisos del edifico. Le agradaba demasiado el concepto, pero prefería alejarse mucho del lugar y delegar la labor de conseguir información, sin embargo, su equipo, a pesar de no haber conseguido la perla de iridio que han estado buscando desde hace años, pudo conseguir a un integrante del ultimo grupo que estuvo en contacto con la perla. Un ex militar llamado Alex, de entre veintiséis y veintinueve años con el poder de hacer explotar cualquier tipo de objeto siempre y cuando hiciera contacto con el. Esa descripción hizo que la mujer cancelara muchos de sus pendientes para poder encontrarse con el nuevo prisionero, el cual terminó siendo uno de los más valiosos que, por desgracia se negaba a hablar en absoluto. Así que estuvo cerca de una semana continua visitando el lugar para dedicarle treinta minutos de interrogatorio sin éxito.

Desde el primer interrogatorio dejó en claro que habría consecuencias si no hablaba en menos de una semana y aún así el prisionero se negó a soltar alguna información sobre el equipo, la perla e información clasificada del gobierno de Agovar. Ella esperaba que en el ultimo día por fin se decidiera hablar. No quería recurrir a medidas más elaboradas. Esta vez tuvo que subir directo al ultimo piso del edificio, justo en una de las celdas más espaciosas con una mucha mayor seguridad. Usualmente era una celda especial, para el uso de cualquiera de los clientes del edifico. Aquella celda contaba con un enorme mirador a gran parte de la ciudad a través de un enorme ventanal de vidrio reforzado, esa vista a la ciudad era un ultimo regalo para el prisionero que estuviera ahí ya que lo que seguía después era su ejecución.

La mujer llegó al ultimo piso, salió del elevador y se dirigió a la enorme puerta de metal de la celda, donde se encontraban dos guardias esperándola.

— ¿Último día? —Preguntó uno de los guardias.

— Esperemos que así sea —admitió—. Pero este es más terco que una mula. Hoy utilizaré una técnica diferente —Mostró uno de sus navajas de combate—. El lugar es todo suyo —Habló el otro guardia mientras abría la puerta dándole paso a la entrada.

La grande puerta de metal se cerró detrás de ella. Los engranajes de esta sonaron a la par de sus tacones blancos. A lo lejos, cerca del ventanal se encontró con Alex, tirado en el suelo, parecía estar en un profundo sueño. Por unos momentos mientras veía una de sus navajas dudó sobre si debía de usarla como su último recurso. Era un arma muy inusual por el diseño ya que tenía un pequeño espacio para poder albergar una pequeña gema de color verde la cual iluminaba gran parte del diseño.

Unos minutos después decidió comenzar con su ultima alternativa. Acomodó al dormido ex militar para que pudiera recibir el golpe de una manera más dolorosa. Calculó el golpe y lo pateó en el estomago con sus tacones.

—¡Vaya que si tomaste en serio lo del ultimo día! —habló con diversión a la vez que este volvía en sí—. Esta es la ultima vez —la mujer lo agarró del cabello, sacó la navaja con una gema verde de su bolsillo derecho y la acercó a su cuello —Vamos a intentarlo de nuevo, tenemos toda la noche y no saldré de aquí sin lo que necesito.

Lo guardias alcanzaron a escuchar el inicio del interrogatorio, no era algo que los emocionara demasiado pero les gustaba escuchar esos momentos ya que los usaban para apostar sobre que frases diría el interrogador y el interrogado. Por desgracia fue su día de mala suerte porque no escucharon nada más después de la amenaza con el cuchillo. Pasaron unos minutos para que lo guardias empezaran a caer en preocupación por la mujer.

Mientras decidían quien sería el que revisaría la celda, una enorme explosión los interrumpió. El disturbio fue tan grande que la puerta de metal salió volando del lugar, el ventanal y parte de los pisos inferiores quedaron destruidos.

Unos segundos después la Matriarca salió de la celda con tranquilidad.

—¿Se encuentra bien? ¿Traemos ayuda medica?— Preguntó el único guardia que quedaba, con mucho miedo. Su compañero había sido aplastado por la puerta de metal.

—No te preocupes —Respondió, se sacudió el polvo de sus hombros y se acercó al elevador del piso—. Pagaré por la destrucción. Por ahora necesito ir por ese bastardo.

Recuerdos RadiantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora