II

22 3 0
                                    

 A TAL AMO, TAL CASA


Vivía en el Marais, en la calle Filles-du-Calvaire, n.º 6. La casa le pertenecía. Esta casa ha sido demolida y vuelta a construir luego, y la cifra probablemente ha sido cambiada en la revolución de números que experimentaban las calles de París. Ocupaba un antiguo y vasto apartamento del primer piso, entre la calle y los jardines, amueblado hasta los techos con grandes tapices de Gobelinos y de Beauvais que representaban motivos pastoriles; los temas de los techos y de los paneles se repetían en pequeño en los sillones. Envolvía su cama con un vasto biombo de nueve hojas pintadas con laca de Coromandel. Anchas y largas cortinas colgaban de las ventanas y puertas, formando al caer grandes pliegues. El jardín, situado inmediatamente bajo sus ventanas, comunicaba con la ventana que estaba en la esquina por medio de una escalera de doce o quince peldaños que el buen hombre subía y bajaba alegremente. Además de una biblioteca contigua a su habitación, tenía un gabinete que le gustaba mucho; retiro galante tapizado con una magnífica alfombra de color paja flordelisada y florida, hecha en las galeras de Luis XIV, y encargada por el señor de Vivone a sus presidiarios, para su querida. El señor Gillenormand lo había heredado de una hermana de su abuelo materno, mujer de genio áspero, que había muerto centenaria. Había tenido dos mujeres. Sus maneras eran un término medio entre las del hombre de corte, que jamás había sido, y el hombre de toga, que hubiese podido ser. Era alegre y cariñoso, cuando quería. En su juventud había sido de esos hombres a quienes su mujer engaña siempre, y no engaña nunca su querida, porque son, a la vez, los maridos más bruscos y los amantes más finos. Era también entendido en pintura. En su habitación tenía un magnífico retrato, que no sabía de quién era, pintado por Jordaens, hecho a brochazos, con un millón de detalles, como escogidos al azar. El traje del señor Gillenormand no era el de Luis XV, ni el de Luis XVI, era el traje de los petimetres del Directorio. Se había creído joven hasta entonces, y seguía todavía las modas de aquella época. Era un frac de paño fino con grandes solapas, larga cola y grandes botones de acero; calzón corto y zapatos de hebilla. Siempre llevaba las manos metidas en el bolsillo. Decía con autoridad: «La Revolución francesa es una gavilla de forajidos».

Los Miserables III: MariusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora