III

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 LUC-ESPRIT


A la edad de dieciséis años, una noche, en la Ópera, había tenido el honor de que le dirigiesen sus anteojos dos bellezas a un tiempo, entonces ya maduras, célebres y cantadas por Voltaire: la Camargo y la Sallé. Cogido entre dos fuegos, había hecho una retirada heroica hacia una bailarina jovencita llamada Nahenry, que tenía, como él, dieciséis años, oscura como un gato, y de quien estaba enamorado. Tenía muchos recuerdos, y decía: «¡Qué bonita era aquella Guimard-Guimardini-Guimardinette, la última vez que la vi en Longchamps, con el pelo rizado a lo sentimental, con sus ven-a-verme turquesas, vestido de color de recién venida y manguito de agitación!». En su adolescencia había llevado una chaqueta de Nain-Londrin de la cual hablaba con gusto y efusión. «Iba vestido como un turco del Levante levantino», decía. La señora de Boufflers, que le había visto por casualidad cuando tenía veinte años, le había calificado de «un loco encantador». Se escandalizaba de todos los nombres que oía sonar en política y en el poder, creyéndolos bajos y vulgares. Leía los periódicos, las hojas de noticias, las gacetas, como él decía, y se ahogaba de risa. «¡Oh! —decía—. ¡Qué gentes son éstas! ¡Corbière! ¡Humann! ¡Casimir Périer!, y esto es ministro. Me figuro leer en un periódico: "¡El señor Gillenormand, ministro!". ¡Vaya una farsa! Y serían tan tontos que esto no los sorprendería». Llamaba alegremente a todas las cosas por su nombre, bueno o malo, y no se cuidaba de que hubiera damas delante. Decía groserías, obscenidades y porquerías con tanta tranquilidad e indiferencia que eran casi elegantes. Así se hacía en su siglo. Hagamos notar que el tiempo de las perífrasis en verso ha sido el tiempo del lenguaje más crudo en prosa. Su padrino había predicho que sería un hombre de genio, y le había dado estos dos nombres significativos: Luc-Esprit.

Los Miserables III: MariusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora