II

30 2 0
                                    

 EL BAJO FONDO


Allí, el desinterés desaparece. El demonio se bosqueja vagamente; cada cual para sí. El yo sin ojos aúlla, busca, tantea y roe. El Ugolino social se halla en este abismo.

Las siluetas feroces que vagan por estas profundidades, casi bestias, casi fantasmas, no se ocupan del progreso universal, ignoran la idea y la palabra, no tienen otra preocupación que la satisfacción del apetito individual. Son casi inconscientes, y hay en su interior una especie de tabla rasa aterradora. Tienen dos madres, las dos madrastras, la ignorancia y la miseria. Tienen una guía: la necesidad; y por toda forma de satisfacción, el apetito. Son brutalmente voraces, es decir, feroces, no a la manera del tirano, sino a la manera del tigre. Del sufrimiento, estas larvas pasan al crimen; filiación fatal, engendro vertiginoso, lógica de la sombra. Lo que se arrastra en el foso social no es la reclamación ahogada de lo absoluto, es la protesta de la materia. El hombre se convierte allí en dragón. Tener hambre y sed es el punto de partida; ser Satanás es el punto de llegada. De esta cueva sale Lacenaire.

Acabamos de ver hace poco, en el libro cuarto, uno de los compartimientos de la mina superior, de la gran sima política, revolucionaria y filosófica. Allí, acabamos de decirlo, todo es noble, puro, digno, honesto. Allí, ciertamente es posible engañarse, y se engaña; pero el error es venerable porque lleva en sí el heroísmo. El conjunto del trabajo que allí se ejecuta tiene un nombre: el progreso.

Ha llegado el momento de entrever otras profundidades, las profundidades repugnantes.

Hay bajo la sociedad, insistamos en ello, y hasta el día en que la ignorancia sea destruida existirá, la gran caverna del mal.

Esta caverna está por debajo de todas, y es la enemiga de todas. Es el odio sin excepción. Esta caverna no conoce filosofías; su puñal nunca ha servido para aguzar una pluma. Su negrura no tiene ninguna relación con la sublime negrura de la tinta. Nunca los dedos de la noche, que se crispan bajo ese techo asfixiante, han hojeado un libro ni desplegado un periódico. ¡Babeuf es un explotador para Cartouche! Marat es un aristócrata para Schinderhannes. Esta caverna tiene por objeto el hundimiento de todo.

De todo. Comprendidas las simas superiores, a las que execra. No mina solamente en su horrible hormiguero el orden social actual; mina la filosofía, mina la ciencia, mina el derecho, mina el pensamiento humano, mina la civilización, mina la revolución, mina el progreso. Se llama simplemente robo, prostitución, homicidio y asesinato. Es tinieblas y quiere el caos. Su bóveda está hecha de ignorancia.

Todas las demás, las de arriba, tienen un solo objeto: suprimirla. A esto tienden todos sus órganos a la vez, tanto para el mejoramiento de lo real como por la contemplación de lo absoluto, la filosofía y el progreso. Destruid la caverna Ignorancia y habréis destruido la sima Crimen.

Condensemos en algunas palabras una parte de lo que acabamos de escribir. El único peligro social es la oscuridad.

Humanidad es identidad. Todos los hombres son de la misma arcilla. No hay diferencia alguna, al menos aquí abajo, en la predestinación. La misma sombra antes, la misma carne mientras, la misma ceniza después. Pero la ignorancia, mezclada con la pasta humana, la ennegrece. Esta negrura incurable se apodera del interior del hombre y se convierte allí en Mal.

Los Miserables III: MariusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora