12. El título obtenido

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  • Dedicado a Ange Kun
                                    

Susan se estremecía muy levemente a causa de la mordida, no podía reaccionar. Los vampiros se habían alejado al considerarlo un caso perdido, si ya no era una humana no guardaba nada de su interés. Marco agradecía que ellos no estuvieran pues no podría ver que las lágrimas caían al recordar cuándo fue la última vez que hizo algo así.

La fuerte lluvia azotaba con fuerza, las personas huían hacia sus hogares y los enamorados iban tomados de la mano buscando un lugar donde la lluvia no los encontrara para finalmente sellar sus sentimientos con un beso. Todo eso pasaba en el exterior, fuera de la vista de aquellos vampiros que eran condenados a pasar la eternidad, encerrados en aquel laberinto.

Si se aprendía a sobrevivir en aquel laberinto, este se convertía fácilmente en un buen lugar para vivir, quizás hasta el mejo, pero no todos lograban esto con facilidad, como era el caso de Marcos, aquel vampiro rebelde que solo quería ir al exterior a buscar a su humana.

En todos los siglos de los vampiros, él era el primero en desobedecer las reglas, e ir en contra de su superior, Raimundo, aquel poderoso vampiro que parecía tener dominados a todos menos a Marcos.

—Un día él te asesinará, estás tentando demasiado a tu suerte –Le recriminó Jared en lo que escuchaba el ensordecer rugido de un trueno.

—Quiero que siquiera lo intente —respondió amenazante mientras dirigía la mirada a un punto ausente, siendo vampiros tenían los sentidos más desarrollados, así que para ellos no era ningún problema escuchar la mayoría de las cosas que pasaban en el exterior, lluvia... quizás una tormenta y una muy fuerte. —Voy a escapar.

—Ya te habías tardado –le respondió Jared con algo de ironía, se sentó en el suelo y se cruzó de brazos mirando hacia donde debería estar el cielo. –Pero sabes que tarde o temprano regresaras, después de todo eres un vampiro... nadie te va a querer a su lado y menos cuando descubran lo que eres.

—Lo sé... ya me lo has dicho muchas veces en todo este tiempo, es que tú no entiendes nada, nadie entiende.

—Es porque eres muy rarito, fácilmente podrías entrar al "grupo", tan simple como que le hagas caso a Raimundo y mates a una humana.

Marcos no quiso escucharlo por más tiempo. Se alejó de Jared y fue directo a la salida, podía verla perfectamente pero ¿Por qué no se iba? Por la única instrucción que había obedecido de Raimundo.

"El día que te vayas más allá de diez metros de la salida y dures afuera más de quince minutos cuando haya sol... Leila morirá"

Esas palabras pertenecían solamente a un hombre, al que más odiaba, a Raimundo, su "líder". ¿Por qué no se iba? ¿Qué le importaba a él la vida de esa engañadora? Fácil, podía ser un vampiro pero aún tenía algo de humanidad, no era capaz de dejar que alguien muriese por su culpa, ya que sabía que Raimundo sería capaz de matar a Leila sin siquiera titubear.

Pero ya no más, no le importaba que le hicieran a esa traicionaría, él sería libre.

Comenzó a correr, pero apenas atravesó la cortina de agua que había provocado la lluvia, miró a su alrededor, todo estaba igual que el día en que terminó en ese lugar, todo desolado, y por ser de noche el lugar se veía completamente oscuro.

Alzó el rostro al cielo, dejando que las gotas de lluvia acariciaran su cuerpo, se sentía bien la sensación de libertad.

Miró hacia atrás y vio la oscuridad de la entrada a aquel tenebroso laberinto, no quiso regresar, al contrario, miró hacia delante y comenzó a caminar, eso había sido mucho más fácil de lo que había pensado.

—¡Disculpe! –miró hacia donde le habían llamado, una joven de unos 18 años, de piel blanca, cabello con una tonalidad rojizo y unos preciosos ojos verdes se detuvo justo enfrente de él, teniendo la respiración un tanto acelerada por haber estado corriendo.

El Laberinto del VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora