24. Acero

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Leila no podía dar crédito a lo que acababa de escuchar. ¿Marcos había asesinado a Susan?

—¿De que hablas?

—Lo que escuchaste... maté a Susan... —Y sin poderlo evitar, de los ojos de Marcos comenzaron a brotar lágrimas, sintiendo un inmenso vacío apoderarse de su pecho.

—¿No hay forma de que puedas revertir el ataque?

—¡Si existiera esa forma, créeme que ya lo hubiera hecho!

—Marcos... no llores. —Inmediatamente Marcos miró el rostro de Susan al escuchar su débil voz, sin entender cómo es que podía hablar si ya la consideraba muerta.

—Tranquilo, por primera vez no siento dolor, estoy bien.

—Susy... Estás así por mi culpa, jamás debí obligarte que te quedaras aquí. Perdóname.

—No tengo nada que perdonarte. Conocerte fue realmente maravilloso, me enseñaste que no todos abandonan, que no todos traicionan.

—Susan, te amo. Sé que piensas que eres un capricho o una obsesión para mí, pero no es así, realmente te amo, siempre he soñado contigo aún sin conocerte, te he esperado toda mi vida y muerte, no me dejes ahora.

–No pienso eso, ya no ¿sabes? Creo que yo también podría haberte llegado a amar de la forma en la que tú me amas. Gracias por hacerme sentir tu amor, no me arrepiento de nada.

—No me dejes.

—Perdóname por no poder cumplir tu petición. —Y los ojos de Susan se cerraron. Marcos sentía que se ahogaba en el llanto, quiso abrazarla pero era como si una pared invisible le separara del cuerpo de Susan.

—¡No me dejes! —Suplicó pero Susan ya no podía escucharle. Intentó tocarla nuevamente pero esa pared invisible se lo impedía. Hizo aún más fuerza pero lo único que consiguió fue lastimarse las manos.

—¿Qué es lo que sucede? —Leila que no estaba completamente ajena a lo que estaba ocurriendo, podía notar una muy ligera aura rodeando el cuerpo de la inerte Susan.

—La he perdido, Leila. Perdí al amor de mi vida. —Fue todo lo que Marcos pudo responder al ver como aquella tenue aura azul comenzaba a intensificarse poco a poco, cubriendo el cuerpo de Susan hasta ir desvaneciéndose con la misma lentitud, dejando lo que antes era un cuerpo humano a sólo una pila de acero que formaba la figura de Susan.

Leila sintió un escalofrío al ver lo que antes era una humana, cuestionándose qué tipo de poder era el de Marcos como para convertir a las personas en aquel duro material. Se acercó a Marco sin saber realmente que hacer, por muchos años fue la némesis de Marcos y no era su fuerte el consolarlo tras tanto daño.

—Al menos ya no sufre.

—¿Crees que eso me da consuelo?

—Debería, después del infierno que estuvo pasando al menos ya todo terminó para ella.

Marcos enmudeció y se puso frente a frente a Leila, clavándole la mirada.

—Deja de intentar hacerte la simpática conmigo, Leila, toda esa basura de vampiros fueron los que provocaron esto, eso te incluye.

La mirada de Leila se endureció por completo, estaba intentando en serio intentar animar a Marcos y lo que menos esperaba es que él se pusiera con esa actitud.

—Yo no fui quien quiso obligar a la pobre humana a que se quedara contra su voluntad.

Y esa fue la gota que colmó el vaso. Marcos estuvo a punto de darle un buen golpe que le dislocara la mandíbula cuando su mirada pasó por un instante a donde debía estar el cuerpo de Raimundo y Jared. Ninguno estaba.

—¿Y Jared? ¿Raimundo?

Leila inmediatamente volteó para confirmar lo que faltaba, y al volver la mirada hacia Marcos notó que tampoco la figura de Susan estaba ¿Quién pudo llevarse los cuerpos tan deprisa y sigilosamente en cuestión de segundos?

—Susana —Fue la primera sospecha de Marcos. —¡Maldición! ¡¿Cómo pude ser tan estúpido?! Vamos a buscarla.

—Marcos, pero no sabemos dónde...

—¡Si no me ayudaras tú, la buscaré yo solo! Simplemente no me estorbes.

Y sin decir más palabras, le dio la espalda y corrió por uno de los pasillos, debía encontrarla cuanto antes pues no sabía lo que Susana haría con los cadáveres.

El Laberinto del VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora