28. Sorpresa.

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—¿Qué fue lo que pasó?

—No sabemos doctora, simplemente estaba llorando en la entrada del laberinto y de repente se desmayo.

—Susan, Susan, despierta linda.

—No responde doctora.

Todo se había oscurecido para el mundo de Susan que había llorado como nunca antes, no podía aceptar la sola idea de que había perdido a Marcos para siempre, que realmente su "Adiós" seria eterno.

Tras haber perdido el conocimiento se encontró ahora en un lugar que no conocía, era una pradera verde, extensa y hermosa que parecía no tener un fin. Estaba sentada bajo la sombra de un frondoso árbol, vistiendo ella un blanco vestido de una pieza y su rubia cabellera caía por su espalda como una dorada cascada.

—¿Qué es este lugar? —se cuestionó mentalmente mientras miraba a su alrededor, era un día despejado, con un clima agradable, propio para que fuese un día de campo.

Se fue poniendo de pie, llegando ahora diferenciar a la distancia unas siluetas. No muy lejos de donde estaba se encontraban cuatro personas aparentemente jugando, curiosamente dos de esas siluetas eran más altas que las otras dos, pero a la vez las más grandes mantenían la misma estatura.

—¡Mamá! —gritó una de las siluetas más pequeña.

—¿Mamá? —Se cuestionó a si misma.

Su pulso se está haciendo débil.

La estamos perdiendo doctora.

Sintió una punzada en su corazón que le hizo inclinarse hasta terminar por arrodillarse en el suelo, sujetándose el pecho con su mano derecha.

—¿Mamá? ¡Mamá! Chicos, rápido vamos con mamá.

Los chicos corrieron hacia Susan, poniéndose rápidamente a su alrededor, solo entonces Susan pudo diferenciar a las personas. Los dos mayores eran una chica y un chico que rondaban por la misma edad, seguramente tenían los dieciocho años, la chica tenía una cabellera rubia parecida a la de Susan, ojos rojizos y piel blanca, el muchacho tenia la cabellera negra, los ojos del mismo rojo que el de la otra chica y la piel igual de blanca.

Los dos más chicos eran solo unos niños de seguramente unos quince años, ambos eran rubios pero sus ojos eran sutilmente azules casi grises y la piel era blanca pasando a pálida, compartiendo rasgos de su rostro, eran gemelos.

Su respiración es muy lenta.

Está teniendo un paro cardiaco, traigan la máquina de resurrección.

El dolor aumentó y ella solo se sujetó con más fuerza su pecho llegando a toser un poco, le estaba faltando el aire.

—Mamá tranquila, vas a estar bien. —la joven acarició suavemente la mejilla de su madre.

—Mami, tienes que ser fuerte, queremos nacer...

—¿De qué hablan?

—Somos tus hijos ¿no nos reconoces? —el joven que parecía ser el mayor de todos, se acercó a Susan y le tomó la mano.

—¿Mis... hijos?

—No tengas miedo mamá.

—Su padre ¿Lo volveré a ver?

—No lo sabemos mamá, no venimos del futuro, nos manifestamos por el poder de quien está en tu vientre, sólo él puede demostrar quienes naceremos de ti.

Tres... dos... uno ¡Despejen!

Aquel paisaje frente a sus ojos se hizo borroso por unos segundos al igual que los cuatro niños.

El Laberinto del VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora