Susan desde que era una niña pequeña siempre creyó en los cuentos de hadas, siempre pensó que después de desafortunados acontecimientos por fin se vivía el "Fueron felices por siempre" pero ahora no creía en eso.
Duró encerrada semanas en un laberinto en completa soledad, asesinó a su hermana y a su madre, fue engañada y traicionada por el amor de su vida y terminó embarazada a su corta edad
¿Cuánto faltaba para que su "felices por siempre" se hiciera realidad?
Marcos hacia tres años había aceptado finalmente el tener una vida "normal" con ella fuera del laberinto, intentando ignorar por completo la amenaza que sería uno de sus hijos.
Quería hacer realidad el sueño de Susan aún sabiendo que ese sueño no duraría por mucho tiempo.
—Marcos ¿Por qué lloras? —Susan se acercó lentamente a Marcos, contadas veces en su vida lo había visto llorar por lo que era normal que se mostrara preocupada.
Marcos no respondió, siguió sujetando con fuerza su rostro llorando con amargura sin poder ver los papeles que había dejado a un lado de la cama donde él se encontraba. Susan tomó los papeles y al reconocerlos suspiró pesadamente, hacía dos días se había tomado una muestra de sangre al sospechar que estaba embarazada y había acertado, ya tenía dos meses de embarazo.
—Marcos... esto no es motivo para llorar, es para estar felices, los dos hermosos rubios que había visto hace años en sueños van a nacer ¿No es una hermosa sorpresa?
Desde que habían comenzado a tener su vida fuera del laberinto Susan dej'p de necesitar los poderes de sus hijos y también los había dejado de escuchar y de ver en sueños, no le preocupaba aquello pues iba cada tres semanas a hacerse un chequeo, confirmando el hecho de que su embarazo iba perfectamente
—¿Hermosa sorpresa? —Marcos levantó el rostro para ver con cierto enojo a Susan—. ¿Qué no entiendes? ¡Este era mi mayor temor! ¡Que esas cosas nacieran! Van a arrebatarte de mi lado —se puso de pie para tomar las manos de Susan, apretándolas suavemente. —no quiero eso.
—Marcos... no digas esas tonterías, ya habíamos hablado de esto, habíamos aceptado lo que iba a pasar y tú no odiarías a ninguno de nuestros hijos. Amor, entiende que yo soy muy feliz —sonrió dulcemente. La verdad si sentía mucho miedo respecto a la muerte, no deseaba morir, quería dar luz a sus hijos y verlos crecer pero si no podía evitarlo entonces lo iba a disfrutar hasta el final.
—Susan, no quiero que mueras. —siseó Marcos con ira contenida, mirando casi con suplica a Susan.
—Mamá... papá... —Tanto Marcos como Susan miraron hacia la puerta de la habitación, donde dos niños de tan solo tres casi cuatro años miraban con inocencia a sus padres, uno de ellos era un pequeño varón de cabellos oscuros, mientras que la otra era una pequeña niña de cabellos rubios.
—Eva, Chris, es muy tarde, deberían estar durmiendo —Susan sonrió dulcemente mientras se acercaba a sus pequeños.
—Evangeline tenía miedo mamá —musitó el niño con su tono infantil.
—¿Miedo? ¿Qué paso pequeña?
—Mami... tuve un sueño feo —confesó la pequeña con un tono igual dulce.
Susan suspiró pesadamente, desde hacía dos meses que la pequeña Evangeline había estado teniendo pesadillas, y ella presentía que tenía que ver con su embarazo. Acarició suavemente la cabeza de su pequeña hija y luego miró de reojo a Marcos, él había sido un gran padre en los últimos tres años, como si hubiera olvidado que Christian seria un monstruo aún cuando hubiera demostrado lo contrario a su joven edad, pero ahora se portaba diferente, distante, como si hubiera recordado de la nada aquel cruel destino que sus hijos le deparaban y ahora se estuviera arrepintiendo de la vida que estaban teniendo.
ESTÁS LEYENDO
El Laberinto del Vampiro
VampireSusan es una joven que termina perdiéndose en un laberinto sin darse cuenta de que no esta sola, sin embargo aquel extraño ser que siempre la vigila desde que entró al laberinto jamás lo podrá ver, pues Susan desde hace un par de años es ciega. Ahor...