5. Poca soledad

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—Mamá, ese hombre sabe dónde está mi hermana.

—Mira... Claudia, tú hermana ahora está en el cielo, debemos dejarla ir para que descanse en paz.

Claudia no daba crédito a lo que escuchaba ¿Qué no se supone que una madre hace lo imposible por encontrar a su hija y lo último que espera es que esté muerta? Por más que intentaba convencerla de buscar a su hermana mayor simplemente ella no cedía.

—No está muerta, él la tiene.

—Entiende Claudia, Susan está muerta, ya deja de insistir, partiremos mañana a primera hora de vuelta a casa y continuaremos con nuestras vidas, es lo que tu hermana hubiera querido.

—¡No! ¡Mamá! Susy es tu hija ¿Por qué actúas así?

—Comprende niña, ella ya murió y si no murió hoy, morirá mañana, nadie sobrevive mucho tiempo en ese laberinto, ella jamás volverá.

—Pero...

—Mi pequeña, mi dulce angelito, entiendo que esto es muy difícil para ti, pero debes entender a mami ¿si? —Le dio un par de palmadas en la cabeza a su hija. —Sólo tienes siete años, es normal que no entiendas pero cuando crezcas todo cambiará.

—Tengo nueve.

—Es lo mismo.

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—Agua, fruta, ¿Carne? No, esto se echa a perder rápido —Marcos fue sacando y metiendo alimentos de una enorme mochila que le habían dado, eso era suficiente para Susan al menos para cuatro o cinco días, ya después volvería por más.

—Joven Marcos ¿Irá a algún lado?

—Así es, iré a buscar a los demás perdidos.

—Es peligroso, si usted salió de allí fue gracias a un milagro, no tiente a su suerte que podría morir.

Marcos puso los ojos en blanco mientras se colgaba la mochila al hombro.

—No lo creo, yo no puedo morir. —Y sin cambiar más palabras salió de la habitación del hotel camino a la salida.

—¡Eres una mala madre! ¡Yo sé que susy está con vida! —los gritos de la pequeña Claudia invadían gran parte del pasillo. Miró a la puerta con cierta lastima.

—Perdóname, pero no quiero vivir en soledad, ya no —musitó aún sabiendo que la niña no lo podía escuchar. Estaba a punto de continuar con su caminata cuando Claudia salió corriendo de la habitación llorando, terminando por chocar contra la espalda de Marcos.

—¡Tú! —Exclamó Claudia al darse cuenta de quién era —¡¿Donde está Susy!? ¡Devuélveme a mi hermana! —comenzó a golpear una y otra vez el pecho de Marcos, pero este permanecía sin siquiera moverse un centímetro.

—¡Claudia! —la madre había salido de la habitación al escuchar los gritos, aunque al ver como esta golpeaba a un huésped se alarmó al instante. Rápidamente fue hacia ella y la tomó de los brazos para detenerla —Disculpe las molestias, es que no quiere comprender lo que es la pérdida de un familiar querido y...

—No necesita explicaciones, con su permiso —se despidió con un gesto de mano y siguió caminando, ignorando por completo el llanto de la menor.

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—De seguro ya se perdió.

Sin poder aguantar más tiempo esperando, comenzó a avanzar a donde suponía Marcos se había ido, ya habían pasado un par de horas y él no daba señales, lo mejor era encontrarlo.

No avanzó más que un par de pasos cuando unos pasos empezaron a hacer eco en la cueva, ¡Genial! Ya había vuelto, o al menos eso pensaba.

—Marcos, te tardaste, por un momento creí que te habías perdido.

—¿Marcos? ¿Conoces a ese inepto? —Rió con ironía aquel desconocido. —Seguramente eras su presa.

—¿Disculpe? —Aquel tono amenazante no le había agradado para nada. Con cierto temor comenzó a retroceder muy lentamente, su instinto le decía que no debía quedarse allí.

—¿A dónde piensas ir? Niña —Sintió su piel helarse al escuchar aquel joven detrás de ella ¿cómo llegó ahí tan rápido? Pensó inquieta.

—Y-yo...

—Estás demasiado delgada, no creo que seas más que el postre.

Al sentir aquel hombre acortando la distancia, una voz en su cabeza le grito "Corre" e inmediatamente lo hizo.

—No llegarás muy lejos, niña.

Ignoró aquellas palabras, simplemente corrió lo más que pudo hasta que se estrelló de frente contra una pared, muy mala idea no poner siquiera las manos para saber lo que estaba frente a ella. Retrocedió apenas un par de pasos sintiendo un hilo de sangre caer por su frente, aquel golpe había sido bastante fuerte.

—¿Estás bien?

Aquel tono aniñado le recordaba al de su hermana ¿acaso alucinaba? El cuerpo comenzó a fallarle y sin poder hacer nada, cayó inconsciente.

—¿Es tu presa, Jared? —Pregunto la niña al hincarse a un lado de Susan.

—No, la encontré hace nada, al parecer es de Marcos.

—¿Sigue viva?

—Claro que si, sólo esta inconsciente, como todos los mortales es solo una debilucha, vamos María, llevémosla con nuestro Señor, seguramente tiene hambre.

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—Maldición, le dije que no se moviera de aquí.

Marcos comenzó a buscar a Susan por los pasadizos, recordaba perfectamente donde la había dejado pero no podía encontrarla, estaba claro que se había ido por su cuenta.

El aire tenía un olor poco usual, era a sangre pero no sólo eso, aquel peculiar aroma era sin duda de María y de Jared ¿ellos habían encontrado a Susan? De ser así debí apresurarse a encontrarla.

El Laberinto del VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora