30. Promesa

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Cuando el cuerpo de Susan iba cayendo al suelo, Marcos fue rápido y logró atraparla antes de que se golpeara.

—¿Qué le sucede? —le preguntó a Jared, sintiendo como se iba poniendo tenso, realmente le preocupaba por encima de todo la salud y el bienestar de Susan.

—No tengo idea, vamos a llevarla de vuelta al Laberinto, será el anciano quien le practique el aborto, no podemos llevarla a ningún hospital, la cosa que está en su vientre a final de cuentas no es un humano cualquiera.

Marcos mostró cierta molestia ante las palabras de Jared, él mismo le había llamado "monstruo", "cosa", y "eso" a su propio hijo, pero por algún motivo, cuando lo escuchaba de otro ser, sentía un enojo interno enorme, después de todo estaban hablando de su hijo.

Cargó a Susan como si se tratase de una novia que iba a ser llevada al lecho matrimonial, y simplemente tras tomar al de aire, miró a Jared y asintió cortamente. Estaba aceptando el hecho de que se llevaran a Susan al Laberinto, allí pasaría lo que tendría que pasar.

—"Mamá... ¿Por qué palideces...? ¿Por qué tu cuerpo se siente tan débil...?"

—Chris...tian... —sintió un especie de ardor en su vientre y solo alcanzó a sujetárselo con fuerza. Cerró los ojos y al abrirlos nuevamente se encontraba en aquel campo abierto, rodeada por sus cuatro hijos.

—Mis niños ¿Cómo están? –Susan suspiró profundamente, sentía todavía el cuerpo algo pesado. Apoyó su espalda contra aquel frondoso árbol que siempre le había estado protegiendo de los rayos del sol cada vez que aparecía en aquel extraño lugar.

—Mamá, estamos bien, lo sabes pero ¿A ti que te pasa? ¿Por qué estás así? —Christian tomó las manos de Susan después de haberle interrogado, sintiendo un nudo en su garganta al ver a su madre en aquel estado.

—Tranquilo cariño, estoy bien, me duele un poco el cuerpo, es todo, quizás todo esto me está cansando mucho.

—Mami, quizás el problema soy yo, tuve que usar parte de tu energía para poder dejar inconsciente a papá, perdóname. —Los ojos de Evangeline se cristalizaron, sin duda estaba demostrando que iba a ser una niña realmente débil en conducta y muy sensible a cualquier cosa.

—Eva... tranquila, no es tu culpa mi niña, todo está bien ¿Si? —miró a sus cuatro hijos, simplemente no iba a permitir que ninguno de ellos resultara herido así tuviera que dar su vida por ellos.

—Mami... yo me he aferrado a tu vientre –Christian tragó algo de saliva con culpa, apretando suavemente las manos de Susan —. Así padre no nos podrá dañar a mi hermana ni a mí, como estoy aferrado a ti, si nos sacan tú morirías y estoy seguro que papá no se atrevería a hacerte daño.

Susan sonrió completamente tranquila al escucharlo, su preocupación por haberse quedado dormida había sido que le sacaran a los niños mientras dormía, pero ahora que escuchaba eso todo estaba mejor.

—Muchas gracias Christian, sabes que sin ustedes me muero, me alegra saber que al menos así podremos estar juntos. Escúchenme muy bien mis niños —Miró a los cuatro, sonriendo con completa tranquilidad. —no voy a permitir jamás que les hagan daño, yo los voy a proteger siempre ¿De acuerdo? Es una promesa.

Los cuatro asintieron al escuchar la promesa de su madre, sin duda habían tenido mucha suerte al tener a una madre que fuese así de responsable y que los amara desde antes de nacer, pues eran realmente pocas las mujeres que embarazadas a tan corta edad, amaba con tal fuerza a sus hijos.

—Mami —musitó Evangeline—. De verdad gracias por lo que haces por nosotros.

—Gracias.

Poco a poco fue abriendo los ojos, pero no notó mucha diferencia, estaba ahora en un lugar oscuro pero siendo sostenida por unos fuertes brazos. Al levantar un poco el rostro se dio cuenta de que era Marcos, el mismo que estaba con una mirada de enojo.

—Marcos—musitó débilmente, y Marcos al escucharle le miró con una sonrisa en sus labios.

—Mi amor, estaba preocupado por ti, me alegro que despiertes ¿Cómo te sientes? –

Suspiró profundamente mientras acariciaba suavemente su vientre.

—Me siento bien ¿Qué paso?

Suspiró pesadamente al escuchar a Susan, se alegraba de que estuviera bien pero aun se sentía molesto. Recordaba con claridad lo que había dicho el anciano cuando habían llevado a Susan a que la viera. Él había dicho que no podría practicar el aborto, pues al hacerlo automáticamente arrebataría la vida de Susan, simplemente el caso estaba cerrado, nada podría hacer.

—Susan, debo hablarte de lo que pasará si tú tienes a ese niño —Suspiró pesadamente dispuesto a contarle ya de forma más clara lo que el anciano le había dicho poco tiempo atrás.

—¿Qué pasará?

—Sucede que uno de nuestros hijos será un monstruo, provocará muchos asesinatos y la única forma de impedirlo es que él se mantenga encerrado aquí en el laberinto, yo no sería capaz de encerrar a nuestros hijos, es por eso que no quería que los tuviera.

Susan suspiró al escucharlo mientras en su mente repasaba a sus cuatro hermosos hijos, ninguno de ellos tenía pinta de convertirse en un asesino ni nada parecido, en realidad parecían buenas personas, dispuestos a proteger a la humanidad y por sobre todo, proteger a la propia familia.

—¿Quién asegura que eso va a pasar?

Marcos suspiró pesadamente.

—El anciano, él lo sabe todo, el incluso sabía que tú estabas embarazada.

—Marcos, escúchame bien, el destino no está escrito, tú lo creas y estoy segura que ninguno de nuestros hijos va a ser un asesino, lo sé porque yo los he visto, son cuatro maravillosos hijos, bueno, son tres hijos y una mujercita preciosa... se lo que te digo Marcos, ellos no van a dañar a nadie.

Marcos no podía creer lo que Susan le estaba diciendo ¿Qué ella había visto a sus hijos? ¿Cómo era eso posible? Incuso hasta sabia el sexo de ellos, era algo realmente difícil de creer, pero claro, no imposible, después de todo el anciano había dicho que uno de los niños tenía poderes sorprendentes.

—Susan... pero tengo miedo de que algo malo pase con los niños, temo sobre todo por tu vida.

—Yo estaré bien, también mis hijos se preocupan por mi y les duele ver que tú no quieres que nazcan, vamos a darles una oportunidad Marcos. —Susan acarició suavemente una de las mejillas de Marcos, y él solo alcanzó a suspirar profundamente y asentir cortamente con la cabeza.

—De acuerdo... les daré la oportunidad de nacer.

—Pero Marcos... —Susan suspiró ligeramente. —Prométeme que por encima de todo los vas a proteger, no permitirás que nada malo les pase.

Marcos le miró sin entender porque le quería hacer que hiciera esa promesa, pero después de todo se iba a tratar de su familia, por lo que tras suspirar profundamente, sonrió con cierta ternura, besando suavemente la frente de la que sería la madre de sus hijos.

—Lo prometo Susan... los protegeré.

El Laberinto del VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora