20. Ella

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Aún podía sentir en su alma el dolor al haber escuchado a Marcos tomar su decisión. ¿Qué no se supone que él la amaba? ¿Entonces por qué había elegido a Gaby? No lo sabía y posiblemente jamás lo sabría.

—Todos los hombres son iguales, basura, nos utilizan como si nos tratáramos de muñecas.

—¿Eso piensas?

—Claro que si Susan.

Aquella hermosa mujer de cabellos dorados, curvas marcadas, ojos rojizos y sonrisa lujuriosa se sentó frente a Susan.

—Y sabes que no puedes justificarlo.

Susan agachó la mirada, tenía razón, no podía justificarlo.

"Todos los hombres son iguales". ¿Cómo había sucedido la boda?

—Veo que nadie se opone a su unión, así que... Raimundo, puedes morder a tu esposa.

Todas las miradas se posaron en la pareja de recién casados, Susan no pudo detenerlo, en realidad ni siquiera lo intentó, recibiendo así la mordida que le arrebataría la vida.

¿Era el final?

En realidad era el comienzo. El lugar comenzó a ser desalojado por todos los vampiros invitados, quedando exclusivamente invadido por Susan y Raimundo. Susan había caído de rodillas después de la mordida, respirando con fuerza como buscando retener el aire.

Pero cuando el motivo para vivir no existe entonces uno automáticamente muere...

Lamentablemente para Susan ese no era su fin. La fina sombra de Susan que era apenas visible a causa de la poca luz del lugar, comenzó a moverse sutilmente más Susan no hacia ningún movimiento. Esa sombra fue tomando forma, saliendo del suelo que había sido su hogar desde el instante en que Susan había comenzado a vivir en el rencor y en el dolor...

—Bienvenida a este mundo Susana —la bautizó Raimundo en ese instante, había separado a la humana de la vampira, y sin embargo las dos eran una sola persona.

Raimundo se fue y Susana se encargó de llevarse casi a rastras a Susan, jalándola del brazo hasta llegar a algún lugar seguro. Los ojos de Susan se cerraron con fuerza, simplemente no podía acostumbrarse a convivir con aquella criatura, pero no tenía otra opción, tenía que estar siempre acompañada por ella.

La obligación de Susana era proteger a toda costa a la ciega Susan, pero no lo hacía porque quisiera o porque tuviera piedad de ella, lo hacía porque si a Susan le pasaba algo, a ella también le pasaría.

—Quisiera volver a aquellos días. — musitó Susan con tono frágil y voz temblorosa.

—¿Aquellos días? Claro, los días normales, refréscame la memoria ¿Cómo es que terminaste aquí?

¿Cómo fue que todo comenzó?

—Ese día... yo —la voz de Susan comenzó a quebrarse, y Susana tan solo puso una mano en el hombro de esta, manteniendo una sonrisa tramposa en sus labios.

—Vamos, dilo ¿Qué paso? ¿Cuándo comenzó la tortura? Dime ¿Quién te condenó aquí ese día?

—Fue el descuido de mi madre lo que me condenó, si mi madre no hubiera corrido ni me hubiera soltado la mano, quizás esto jamás hubiera pasado.

—¿Entonces tu madre tiene la culpa?

—Ella siempre la tuvo y me las va a pagar.

Esa respuesta hizo que los labios de Susan se curvaran en una maliciosa sonrisa.

—¿Y que esperamos?

¿Qué esperaba?

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El Laberinto del VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora