31. Riesgo

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—No quiero que nuestros hijos estén en este laberinto —musitó Susan apretando suavemente las manos de Marcos —Quiero que seamos una familia normal Marcos, que estemos afuera, formemos una familia como todas las personas normales.

—Pero mi amor, siendo lo que somos es imposible que seamos una familia normal, lo sabes, yo no soy un humano y nuestros hijos tampoco lo serán.

Susan mostró una mueca al escucharle, sabía perfectamente a lo que se refería pero aún así quería intentarlo, pues a diferencia de Marcos ella no creía para nada que alguno de sus hijos seria el causante de alguna masacre.

—Oh Marcos, por favor. — suplicó —quiero que busquemos nuestra propia felicidad, y estar encerrados en este lugar no nos ayudará en nada.

—Susan entiéndeme, por favor, tengo el estúpido miedo de que nuestros hijos causen algún mal a la humanidad, la única forma de impedirlo es estando aquí, sé que no te gusta y que quieres intentar formar una familia normal, pero no se puede Susan... simplemente no se puede.

—No dejaré que tengas a nuestros hijos encerrados Marcos... así que o vienes conmigo o me voy sola. —Susan se acarició suavemente el vientre, esperando porque su pareja le respondiera.

—No te pienso abandonar Susan, pero tampoco pienso permitir que nuestros hijos sean unos asesinos, entiende que me estás poniendo entre la espada y la pared.

—¡Pues entonces críalos como se debe! –Marcos se mostró sorprendido por lo exaltada que se veía Susan, sin duda estaba aferrada a la idea de salir del laberinto.

—Susan, te pido que me entiendas, todo lo que hago lo hago buscando el bien de los niños y el tuyo ¿en serio crees que a mí me gustaría tener toda la eternidad a mis hijos encerrados? ¿Crees que no quiero que tengan una vida normal como la que yo llegué a tener alguna vez? –conforme iba hablando sus ojos poco a poco se iban humedeciendo por la ira y la impotencia que sentía en su interior.

—Estás aferrado a la paranoica idea de que nuestros hijos serán unos asesinos y eso es lo que nos impide nuestra felicidad, ahora respóndeme Marcos, ¿vienes conmigo o te quedas?

—Lo siento Susan, pero te quedarás aquí.

—Bien, tomaré eso como que te quedaras aquí —retrocedió unos pocos pasos, sujetándose suavemente el vientre, acariciándoselo suavemente.

—Ni lo intentes Susan, nunca encontraras la salida, solamente los vampiros la conocen.

Una sonrisa se apoderó de los labios de Susan, pues ella bien que sabía una forma de salir del lugar.

—¿Y quien dijo que buscaré la salida? —volvió a acariciar con suavidad su vientre, sintiendo un tenue dolor en dicha área, era como sentir el dolor de sus hijos. —"Evangeline... ayúdame a salir de aquí una vez más"

Pensó, y en cosa de un abrir y cerrar de ojos, nuevamente Marcos perdió el conocimiento y guió a Susan hacia la salida.

Con la respiración agitada se apoyo contra la pared, mirando a su alrededor para poder ubicarse, confirmando por si misma que se encontraba afuera del laberinto.

—Mami, de nuevo estas pálida, tu cuerpo se siente muy pesado, mami perdóname por gastar tus energías.

Acarició su pequeño vientre, intentando regular su respiración lo más pronto posible.

—No te angusties Evangeline, estaré bien, ahora mismo iré a un hospital para recuperarme y después vamos a casa, formaré nuestras vidas sin ayuda de su padre.

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—Maldición —golpeó con el puño cerrado la pared, nuevamente Susan había logrado escapar frente a sus narices y él no había podido hacer nada, sin duda sus hijos podían llegar a convertirse en una molestia en esas situaciones.

El Laberinto del VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora