13. Lazos de hermandad parte 1

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Oscuridad.

Aquel tono tan reconocido para Susan.

El terrible recuerdo de cómo terminó hundida en la oscuridad volvió a su mente con dolor, y todo pasaba ante sus ojos como una nítida película sobre su vida.

El pesar en su cuerpo e incluso la pesadez del mismo no se igualaba para nada al que se mantenía resguardado en su corazón día tras día.

Podía mostrar una sonrisa, pero en su interior siempre se recriminaba por haber sido tan imbécil al haberle dado su vista a quien más creyó amar.

¿Por qué aquellos recuerdos regresaban a su mente de esa forma? ¿Por qué en ese momento? Podía también recordar que por un instante dejo de sentir ese dolor cuando entró al laberinto.

Lo último que alguien pensaría sería sobre el dolor del pasado cuando vivía un presente que era mucho peor, estar condenada a pasar lo que le quedaba de vida ¿Encerrada en aquel lugar? ¿Lejos del calor de su madre? ¡¿Lejos del cariño de su hermana?!

Claro... había perdido la vida, podía aun sentir en su garganta el dolor de una mordida que fue dado por un lobo con apariencia de cordero, lo irónico era que ella no había visto ni al lobo ni al cordero.

Se quejó de dolor.

El cuerpo lo sentía terriblemente pesado, no sabía siquiera que había pasado, para ella el tiempo se detuvo. Removió un poco la cabeza en su lugar y fue allí cuando sintió un fuerte dolor en su cuello.

—Auch... —se quejó cuando finalmente logró recobrar algunos de sus sentidos, movió los dedos uno por uno, luego sus piernas, y finalmente se fue sentando en su lugar.

Sus ojos se mantuvieron cerrados por culpa de un fuerte dolor que se sentía en su cabeza.

—Susan ¿Cómo estás?

Frunció el ceño al escuchar la voz, por un instante la escucho distorsionada, quizás efecto del dolor de cabeza.

—¿Marcos?

—Si ¿Cómo te sientes?

Se encogió de hombros y abrió los ojos mirando hacia el cielo o mejor dicho hacia donde debía estar el cielo, aunque en su lugar había un techo hecho por las paredes frías del laberinto, pero ella no vio ese techo, vio oscuridad, eso era lo único que podía captar su mirada, algo de lo que ya se había acostumbrado.

—Me duele el cuerpo ¿Dónde estamos?

—En el laberinto... regresamos a la primera fase.

—¿Y qué paso?

Marcos se acercó hasta Susan y se hincó delante de ella, paso su palma abierta frente el rostro de la joven, ella no reaccionó.

—¿No ves?

—Eso ofende, ya sabes que soy ciega —respondió Susan, completamente ajena a lo que sea que hubiera hecho Marcos.

—Esa no era mi intención, es que te he convertido, estabas envenenada y si no hacia eso ibas a morir.

—¿Convertirme? ¡¿Cuándo?! –exclamó sorprendida sin querer creerse que aquel recuerdo que había creído era una pesadilla era real, se llevó una mano al cuello y allí se encontraba la mordida que ya estaba algo cicatrizada.

—Hace dos semanas, perdiste el conocimiento por tanto tiempo, por eso me intriga el hecho de que no veas, deberías poder ver al ser una de nosotros.

—Te odio Marcos... te odio... —dijo entre sollozos agachando la mirada – Eres un maldito ¿Cómo pudiste hacerlo? Prefería mil veces morir antes que vivir toda la eternidad como una ciega condenada.

Marcos bajó la mirada, se sentía en parte mal, había roto la promesa que le había hecho a Gabriela, estaba tan preocupado por salvarle la vida a Susan que jamás pensó en ese hecho, en que quizás no recobraría la vista y ahora quedaría así por siempre.

—Lo siento.

—El que me pidas perdón no me devolverá la vida –Susan se puso de pie aun tambaleándose, se sentía extraña, ya no sentía frío, no sentía calor, pero todo su cuerpo estaba entumecido, pues como él había dicho, se mantuvo en un estado de muerta al menos dos semanas.

—¿A dónde vas? –le preguntó al notar como empezaba a caminar.

—A donde sea lejos de ti, no quiero volver a escucharte en mi vida ¿Entiendes? Me has mentido, me has engañado, lo último que quiero es siquiera hablar contigo

Marcos dejó que se fuera, sabía que si la obligaba a quedarse empeoraría las cosas, ahora le quedaba rogar porque no le pasara nada y cuando se le fuera pasando el enojo, entonces iría en su búsqueda.

Se quedó él allí, quieto, con la mirada en el suelo y sus ojos ligeramente quebradizos, pensando si su decisión había sido tan mala... Susan veía lo malo de la versión y él ahora de forma negativa tampoco encontraba algo bueno en ser lo que él era, un condenado.

—¡Hermana!

Aquel grito simplemente lo alerto más, miró hacia una extensión del oscuro laberinto, encontrándose con una pequeña silueta algo borrosa por la distancia que de a poco se iba haciendo más clara se trataba de nadie más y nadie menos que la mismísima Claudia, hermana menor de Susan.

—Maldición... —Susurró, preguntándose cómo fue que la menor había logrado llegar hasta allí, hasta parecía que el mundo estaba en su contra y ponía que las cosas empeoraran. –¿Qué haces aquí? Mocosa –dijo con aquel tono frío que para Claudia era más que reconocible.

—¡Tú! ¡Te llevaste a mi hermana! ¡¿Dónde está?! –La menor se puso en una posición defensiva, la cual a cualquier depredador le daría hasta risa, pero lo último que haría Marcos sería reírse.

—No lo sé, se acaba de ir... y tú no deberías estar aquí, es peligroso, ven, te acompaño de regreso –se acercó a la menor e intento tomarla del brazo para forzarla a regresar a la salida, pero Claudia inmediatamente quito el brazo, emitiendo un quejido de molestia.

—¡No iré contigo a ningún lado! ¡Quiero que me regreses a mi hermana! –Le gritó con un tono realmente enfurecido, pero una parte de ella ya le decía que aquel chico jamás le diría donde estaba su hermana.

—Lo siento, pero ella no volverá contigo. – Marcos suspiró antes de desviar la mirada con cierta culpa. – Ni aunque quisiera que se fuera... no podría –Cerró los ojos y se mordió los labios, haciendo que Claudia tan solo se pusiera de a poco más nerviosa.

—¿No? ¿Por qué no? ¿Qué tiene?

—Eso no te interesa, ya te dije, ella no volverá contigo, ya no puede, ahora vámonos –comenzó a jalarla con tal de llevársela a la fuerza, pero Claudia solamente comenzó a hacer más fuerza para detenerlo.

—¡No! ¡No me moveré de aquí! ¡Suéltame! ¡Susan! ¡Susan! –Sus gritos hicieron eco en aquel laberinto, pero nadie lograba escucharla, al menos no la persona que ella hubiera deseado.

Lentamente sus gritos fueron respondidos por una joven de cabellos negros y mirada perdida, se trataba de la pequeña María.

—¿Marcos? ¿Qué sucede? ¿Qué hace aquí esa niña? –Preguntó con un tono suave mientras miraba con cierta duda como la pequeña seguía intentando liberarse del agarre de Marcos.

—Es la hermana menor de Susan... ya la llevaba de regreso con los suyos –

María miró con cierta duda al muchacho antes de suspirar muy profundamente y negar un par de veces con la cabeza.

—No puedo creerlo Marcos, primero Susan y ahora esa chica ¿Qué piensas tener miles y miles de humanos?

Marcos intento sonreír, sin éxito alguno, negó un par de veces con la cabeza antes de sostener con más fuerza el brazo de Claudia para impedir que se marchara.

—Para nada, ella quizás me siguió o no sé... eso no importa.

—De acuerdo... Por cierto Marcos, vi a Mario con Susan ¿No paso nada?

Y tras esas palabras abrió los ojos con sorpresa, ¿Mario? ¿Con Susan? ¡Eso era demasiado peligroso! Maldición, se alejaba por unos minutos de Susan y esta una vez más estaba en peligro, debía ir rápido hacia donde ella y su hermano se encontraban.

El Laberinto del VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora