29. El sueño

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—Marcos ¿Cómo es posible?

Las lágrimas no tardaron en aparecer en los ojos de Susan, quién al procesar a quién veía, caminó hacía él con la intención de abrazarlo, sin embargo Marcos la detuvo al tomarle de los hombros y clavar su fría mirada en los ojos de su amada.

—Susan... tú... tú estás emb-

—Embarazada, lo sé —le interrumpió, mostrando una sonrisa.

—Vamos a un hospital, haremos que abortes hoy mismo y así impediremos este error.

Los ojos de Susan se abrieron de par en par al escucharle ¿Abortar? ¿Error? Por un segundo sintió un escalofrío recorrerle toda la espalda y un suave dolor en su vientre, era como si aquellos pequeños seres que se formaban hubieran escuchado a su padre decir eso.

—¿De qué hablas?

—Lo que escuchaste, ese monstruo no debe nacer, así que vamos, no hay que permitir que siga creciendo o te hará daño.

—¿¡Dijiste monstruo!? —Fue imposible ocultar lo ofendida que se había sentido al escucharle, a nadie pero absolutamente a nadie le permitiría que hablara de esa forma de su hijo. —¿¡Estás loco!? ¡Es tu hijo!

—¡Entiende Susan! ¡Es solo un monstruo!

—¿Sucede algo jóvenes? —la señorita que le había tomado las muestras de sangre había salido del laboratorio para saber el porqué del alboroto.

—No, no pasa nada disculpe. Marcos, lárgate.

—No me iré Susan, así que deja de insistir

—¿La está molestando señorita?

—No, tenemos unos malentendidos, él es el padre de mi hijo —frunció el ceño mientras comenzaba a caminar hacia la plaza donde había estado momentos antes, siendo rápidamente seguida por Marcos.

—Susan, no me obligues a hacer algo que no deseo hacer, no tienes idea de que es lo que está creciendo en ti, es un monstruo que causara muerte y caos, no podemos permitir que "eso" nazca.

—¡Cállate! —una fuerte bofetada retumbó en la mejilla de Marcos, simplemente había agotado por completo su paciencia por tantas tonterías que le estaba diciendo. Marcos, perplejo por lo que acababa de pasar solo atinó a sujetarse la ahora colorada mejilla.

—Su-Susan... ¿Por qué no quieres entender que todo lo que hago lo hago buscando tu bien? ¿¡En serio piensas que yo quiero matar a nuestro hijo!? No lo hago porque así lo deseo, lo hago porque es lo mejor para todos.

Susan le miró ahora con lágrimas en los ojos sin comprender porque estaba tan aferrado a decirle monstruo a su hijo, ella misma los había viso en sueños, sus hijos eran unos jóvenes hermosos y simplemente maravillosos, era imposible que fuesen unos monstruos como él los describía.

—Tú no sabes nada Marcos, para empezar no es un hijo, son cuatro, y no permitiré que nadie, ni siquiera tú, les haga daño. Yo les prometí que los protegería de cualquier ser, ahora lárgate, vuelve con tus compañeros chupasangre, ellos sí que son unos monstruos.

—¿Cuatro? —Marcos casi se ahoga por la sorpresa, ni siquiera tenía idea de cómo había sabido aquello Susan. —Susan, ellos son un mal, un error, vamos a acabar con esto te guste o no —tomó la mano de Susan buscando obligarla a ir a un hospital para sacarle el ser de su interior, pero fue como si las criaturas en su vientre hubieran percibido lo que haría Marcos, pues una ligera descarga le fue dada en la mano.

—¿Qué dem...? —Marcos la soltó de inmediato ante el toque, viéndose su propia mano y luego la de Susan.

—No harás nada con mis hijos Marcos y si para protegerlos me debo alejar de ti, que así sea... —llevó sus manos a su vientre, apenas apretándolo un poco. – "por favor niños... ayúdenme"— y sus hijos la escucharon.

El Laberinto del VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora