| Capítulo 8 |

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08| Dévora

El viento golpeaba mi rostro en pleno funeral.

Delante de mí, estaba la familia de mi expareja. Todos vestidos de negro, sollozante, recuerdos momentos y guardándolos en su memoria.

Bajé el mentón al sentir cómo tiraban flores en la tumba. A mi costado estaba Víctor, cuyo semblante era tan impotente y serio que, a pesar de que no quería que lo hiciera, llamaba la atención.

Lo malo, y que me irritaba a tal punto de querer gritarle, era que miraba con desdén a cada persona que se le acercaba, como si fueran inferiores a él. A tal punto de que las personas parecían llorar más cuando lo veían.

—A este punto estoy pensando que tu cara es así—murmuré a su costado, manteniendo la vista al frente.

Sentí la suya deslizarse lentamente hacia mí.

—¿Así cómo?

—¿Puedo ser sincera contigo?

Su voz sonó ronca cuando respondió:

—Siempre.

Miré a ambos lados, asegurándome de que no me vieran o escucharan muchas personas.

—Tienes una horrible cara de culo.

Me pareció escucharle bufar.

—Al parecer ya estamos en confianza.

Le lancé una mirada autoritaria.

—Digo la verdad.

—Mi cara es así. No cambia. Nací hermoso.

Abrí la boca, incrédula.

—Qué arrogante.

Cuando volteé a verlo, lo encontré con una curva en sus labios. Y, para mi pesar, sentí cierto hormigueo en mi cuerpo.

Cuando la ceremonia de entierro terminó, me acerqué a su madre. Sus ojos estaban llenos de lágrimas mientras que el vestido negro ya estaba un poco arrugado por tanto agacharse.

—Oh, Dévora—sollozó mientras me envolvió con sus brazos—. Todo fue tan repentino, yo...

—No me lo esperaba—susurré, sintiendo mi corazón a galope—. Él era un buen chico. No merecía morir tan joven.

—Su muerte fue horrible—sus labios temblaban mientras me contaba, y a mí se me heló la sangre ante sus palabras—. No se lo conté a nadie—bajó la voz—pero siempre he tenido confianza contigo—tragó saliva, como si recordar todo fuera una completa pesadilla. Podía imaginarmelo—. Lo encontré con el cerebro abierto. Los ojos sacados. Y sus tripas dispersas.

Un terror helado me recorrió por toda la columna.

Era la misma forma en la que había muerto el hombre en mi casa.

La misma forma en la que me habían amenazado.

—No solo eso—agregó, el miedo evidente en su voz—. Habían una nota, una amenaza.

Sentí mis músculos tensos, con el cuerpo lleno de miedo por escuchar sus siguientes palabras.

—¿Cómo?—tuve que arrastrar mi respuesta.

Ella miró para ambos lados, como si temiera de que alguien estuviera viéndola, observándola. Entonces, después de soltar un profundo respiro, respondió:

—Lo que decía era: "Ella tiene la culpa. Jamás debió entrar a ese hotel".

Mis piernas temblaron, y me caí.

Detrás de ti (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora